Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús. (Filipenses 2:5).
No podremos conducir a los incrédulos al Señor eficazmente si no tenemos el amor de Cristo en nuestras vidas. Ese amor es lo único que realmente nos moverá, nos hará perdonar y aceptar a los demás sin reservas. Nuestro Señor dijo que en los últimos días el amor se enfriaría por causa de la maldad. Algunos afirman que aman a Dios y que le sirven, pero no se interesan en el dolor ajeno. Recordemos que ayudar al necesitado, al afligido y al menesteroso es la manera de mostrar que el calor del amor de Dios bombea en nuestro corazón.
Tal vez nuestro amor se ha enfriado porque algunas personas mienten y se aprovechan de quienes tienen buen corazón. Pero la orden recibida es que ayudemos y sirvamos a los demás, el resto queda en manos del Señor.
«Todo descuido de los necesitados y afligidos es un descuido del deber hacia Cristo en la persona de sus santos. Cuando Dios repase el caso de cada uno, su pregunta será ¿Qué han hecho? ¿Han sido obradores de la palabra? ¿Han vivido para sí mismos? ¿O bien realizaron obras de benevolencia, de bondad y amor, prefiriendo a los otros antes que a sí mismos, y negándose a sí mismos para ayudar a los demás?
»Nuestra fortaleza y bendición espirituales estarán en proporción con el trabajo hecho con amor y con las buenas obras realizadas. El apóstol ordena: "Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo" (Gal. 6:2). El cumplimiento de los mandamientos de Dios requiere de nosotros buenas obras, abnegación, sacrificio y dedicación al bienestar de los demás; pero esto no significa que solamente nuestras buenas obras nos salvarán, sino que ciertamente no podremos salvarnos sin buenas obras.
»La simpatía y el tierno interés por otros proporcionarán a nuestra alma bendiciones que no hemos experimentado, y nos pondrán en estrecha relación con nuestro Redentor» (A fin de conocerle, p. 332).
Haznos, Señor, un instrumento para ayudar al necesitado, al desvalido, al desamparado.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Fanny Narváez de Vargas
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