lunes, 8 de octubre de 2012

LA HORA DE LA ORACIÓN


«Claman los justos, y Jehová oye y los libra de todas sus angustias» (Salmo 34:17).

Al igual que podemos creer que hay una serie de palabras ideales para usar cuando oramos, también es posible que pensemos que conmovemos a Dios si nos pasamos toda la noche de rodillas. Si bien Jesús solía orar toda la noche y muchos grandes hombres y mujeres de Dios hicieron lo mismo, para que Dios nos preste atención, ¿es realmente necesario un maratón nocturno de oración?
Personalmente, no he sido capaz de encontrar ningún texto que enseñe que tenemos que orar durante un tiempo determinado ni a una hora específica del día para que Dios responda a nuestras oraciones. ¿Acaso Dios es más propicio a las oraciones elevadas a las tres de la madrugada que a aquellas que se pronuncian a las cinco de la tarde?
No cabe duda de que las reuniones de oración que duran toda una noche pueden traer grandes bendiciones. Jesús prometió estar presente cuando nos reunamos en su nombre, fuere cual fuere la hora. Sin embargo, Dios no trabaja de nueve de la mañana a cinco de la tarde ni tampoco es más asequible a media noche. La ventanilla de las oraciones está abierta veinticuatro horas al día, siete días a la semana. Dios escucha cada vez que se lo busca de corazón.
El mayor derramamiento del Espíritu Santo se produjo durante la preparación del día de Pentecostés. El Espíritu Santo se derramó, no porque los creyentes celebrasen un maratón nocturno de oración, sino porque cada uno de ellos buscó personalmente al Señor y preparó su corazón. «Después de la ascensión de Cristo, los discípulos se reunieron en un lugar para suplicar humildemente a Dios. Y después de escudriñar el corazón y de realizar un examen personal durante diez días, quedó preparado el camino para que el Espíritu Santo entrara en los templos del alma limpios y consagrados. Cada corazón quedó lleno con el Espíritu como si Dios quisiera mostrar a su pueblo que era su prerrogativa bendecirlos con la más escogida de las bendiciones celestiales» (El evangelismo, cap. 20, p. 506).
«Orad sin cesar» (1 Tes. 5:17) no significa que debemos estar continuamente mascullando y salmodiando. Al contrario, significa que, si la respuesta no es inmediata, no tenemos que abandonar la oración y desanimarnos. «También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar» (Luc. 18:1). La oración es a la vez una actitud y una actividad. Basado en Lucas 18:1-8.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

No hay comentarios:

Publicar un comentario