«Cuando Job hubo orado por sus amigos Jehová le quitó la aflicción» (Job 42:10).
Hace unos años escribí un libro titulado Lord Keep Your Mansions -Just Save My Children [Señor, quédate con tus mansiones, pero salva a mis hijos]. En él hablo de algunos de los desafíos a los que, con el transcurso de los años, mi esposa Betty y yo hemos tenido que enfrentarnos para educar a nuestros cuatro hijos. Tanto en los buenos momentos como en los malos, se nos hizo evidente que, si Dios tenía que responder a nuestras oraciones por nuestros hijos, solo sería con nuestra cooperación y, en ocasiones, nuestra participación directa.
Nos dimos cuenta de que hay momentos en los que, además de no poder resolver un problema en particular, se corre el riesgo de empeorarlo. A veces, la mejor manera de cooperar es no hacer ni decir nada en absoluto. «Señor, bendice mi familia» es una noble oración, pero si el Señor tiene que bendecir nuestra familia, también tendremos que considerar cómo podemos colaborar con él para que eso sea posible.
A veces, cuando en la familia, en la iglesia o en el trabajo hay un problema, queremos llevarlo ante el Señor tomándolo con la punta de los dedos, el brazo bien estirado y tapándonos la nariz con la otra mano. En otras palabras, de tanto que apesta el problema, no queremos implicamos personalmente.
Canturreamos el estribillo: «Lleva tus cargas al Señor y déjalas», le endosamos el problema al Señor y echamos a correr tan rápido y tan lejos como podemos; cuanto más deprisa y más lejos mejor.
Luego evitamos a la persona con la que tenemos el problema como si de un infectado se tratara. Si la vemos en el supermercado, cambiamos de pasillo; si sospechamos que quien está llamando al teléfono es esa persona, no atendemos; y, si alguien menciona su nombre, desviamos el tema de conversación.
¿Cómo esperamos que el Señor alcance a esa persona si no a través de quienes la conocen? ¿Qué piensa usted de quien abandona a su familia cuando el dinero se acaba? ¿Acaso seremos distintos si abandonamos a un amigo o a un familiar cuando las cosas van mal en su vida?
Tenemos el privilegio de llevar a nuestros familiares y amigos ante el Señor. Cuando lo haga, inclúyase usted mismo en la oración. Pídale al Señor que lo use del modo que él crea más conveniente para responderle. Basado en Lucas 10:1-8.
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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