No hay que buscar el bien de uno mismo, sino el bien de los demás. 1 Corintios 10:24
Era el 3 de enero de 1950 cuando el padre de Peter le pidió que lo acompañara a visitar a un viejo amigo de su juventud, el famoso economista Joseph Schumpeter. Este hombre había sido ministro de economía en Austria; presidente de bancos; escritor de importantes libros sobre teoría económica; y profesor de distinguidas universidades, entre ellas Harvard.
Cuenta Peter que su papá y Joseph Schumpeter pasaron una velada muy agradable, recordando los viejos tiempos. Entonces, en un momento de la conversación, ocurrió algo que Peter nunca pudo olvidar. Con una sonrisa dibujada en su rostro, su papá le hizo a Joseph Schumpeter una pregunta muy curiosa:
—Joseph, ¿todavía sigues hablando de cómo quieres que te recuerden?
El caso es que cuando Joseph era joven solía decir a sus amigos: «Quiero que la gente me recuerde como el amante de las mujeres más hermosas de Europa; el mejor jinete; y también, quizás, como el economista más grande del mundo».
Ahora que esos días juveniles habían quedado atrás, la pregunta adquiría para Joseph un significado muy diferente.
—Todavía esta pregunta es importante para mí — respondió Joseph — . Solo que ahora la respondo de una manera muy diferente. Quiero que me recuerden como el maestro que ayudó a convertir a una media docena de estudiantes brillantes en economistas de primera clase.
Luego añadió:
—Que te recuerden por los libros y por las teorías que escribiste no es lo que cuenta. Uno no hace una contribución significativa en este mundo a menos que la haga en la vida de la gente (relato de Peter E Drucker en «My Life As a Knowledge Worker», Inc. Magazíne, febrero de 1997).
¡Qué interesante! Un famoso profesor de economía prefiere ser recordado, no por sus logros profesionales, sino por la influencia positiva que ejerció en la vida de sus alumnos.
Si algo nos enseña la experiencia de Joseph Schumpeter es que no son las cosas, ni las riquezas, ni los aplausos, lo que más cuenta en esta vida. Es la gente.
¿Qué podrías hacer hoy por un familiar, un amigo, un compañero de estudios, que le indique a esa persona lo mucho que significa para ti?
¿Qué podrías decir?
Me pregunto cómo nos recordará la gente cuando ni tu ni yo ya estaremos en este mundo.
Señor, que uno de mis mayores gozos sea servir a las almas por quienes Cristo murió.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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