«He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha endurecido su oído para oír» Isaías 59:1.
El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta la historia de un hombre llamado Simón (Hech. 8:9-13). Antes de convertirse al cristianismo había servido al diablo. La gente no lo sabía y pensaba que su poder venía de Dios. Cierto día que Simón vio a los discípulos obrando milagros quedó impresionado y ofreció dinero para que le diesen ese mismo poder.
Algunos sienten una fuerte atracción por los milagros y los poderes sobrenaturales. Fíjese en el número cada vez mayor de películas en las que proliferan brujas, vampiros, extraterrestres y otros personajes dotados de poderes sobrehumanos. Quienes participan de esos espectáculos pueden ser presa fácil de un engaño que los lleve a seguir al enemigo de las almas.
Por lo general, no creo que sea apropiado que pidamos a Dios que obre milagros o que nos dé alguna señal. Esto puede equivaler a decir: «Señor, si tú no haces nada por mí, yo tampoco haré nada por ti.
Luego están aquellos que, como Simón, ven un futuro económico brillante para si mismos. Hace poco, en Internet, vi a un predicador. Básicamente, venía a decir que sus espectadores quedarían sanados si ponían las manos en la pantalla. Desde luego, también pedía a la gente que le enviara dinero.
Hace años vi a un predicador de televisión desgarrando la camisa que llevaba puesta en pedazos pequeños. Dijo a los espectadores que, si le enviaban una ofrenda, él les enviaría un pedazo de la camisa y, como resultado, sus vidas estarían llenas de milagros.
A menudo, quienes están enfermos o tienen algún problema buscan ayuda en cualquier parte. Hay muchos que, como Simón, serían capaces de sacar provecho personal haciendo negocio con el sufrimiento o los problemas ajenos. Suelen vivir en mansiones y conducen automóviles de lujo.
¿En alguna parte de la Biblia se nos dice que Jesús pidió dinero a alguien a cambio de sanarlo? ¡En absoluto! Si alguien le promete obrar un milagro, alguna señal o cualquier acto sobrenatural, recuerde la historia de Simón el mago. Otra cosa que no tenemos que olvidar es que, pidamos lo que le pidamos a nuestro Padre celestial, siempre tiene que ir acompañado por las palabras: «Hágase tu voluntad». Basado en Juan 4:48.
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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