No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. (Salmo 91:5-6).
Habíamos estado celebrando una semana de evangelismo en nuestra iglesia que había transcurrido sin que ningún incidente interrumpiera la armonía y la paz del lugar. El viernes, al final de aquella semana, para ser exactos la última noche de las conferencias, los hermanos que iban llegando se saludaban con el acostumbrado «feliz sábado». Era la última noche de las conferencias y las visitas habían comenzado a llegar; todo era alegría y entusiasmo.
De repente escuchamos unas detonaciones. Yo pensé que eran fuegos artificiales, ya que la Navidad estaba muy cerca. Pero mi esposo se nos acercó diciéndonos: «¡Tírense al suelo! ¡Están disparando!». Miré hacia la puerta y solo pude ver los destellos que provenían de una pistola que alguien sostenía. Nos lanzamos al piso y tratamos de protegernos de los disparos. En esos momentos algo golpeó el zapato de mi esposo. Luego él se dio cuenta de que una bala lo había impactado, aunque sin producirle daños graves.
El pánico y la confusión se adueñaron de la iglesia. Cuando todo pareció calmarse pudimos ver una escena terrible: en la puerta del templo yacía el cuerpo de un joven visitante que había estado asistiendo a las conferencias. Fue un momento desgarrador.
«El estado actual de las cosas muestra que tiempos de perturbación están por caer sobre nosotros. Los diarios están llenos de alusiones referentes a algún formidable conflicto que debe estallar dentro de poco. Son siempre más frecuentes los audaces atentados contra la propiedad. Las huelgas se han vuelto asunto común. Los robos y los homicidios se multiplican. Hombres dominados por espíritus de demonios quitan la vida a hombres, mujeres y niños» (El ministerio de la bondad, p. 139).
Aquella noche nos fue difícil conciliar el sueño. Por otro lado le daba gracias a Dios por permitir que aquella bala únicamente tropezara con el zapato de mi esposo.
Aprovechemos la oportunidad que tenemos de amar y de servir, mañana puede ser tarde, como lo fue para aquel joven.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Mary Sena de Salazar
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