Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. Los llamo mis amigos. Juan 15:15
Se cuenta la historia de un antiguo monarca persa a quien le gustaba disfrazarse y mezclarse con la gente de la calle. De esa manera podía conocer de cerca los problemas de sus ciudadanos sin tener que depender de los informes de los oficiales de su gobierno.
Cierto día el rey se disfrazó de pueblerino y visitó a un hombre muy pobre que vivía en un sótano. Ahí conversó con él durante largo rato e incluso comió de su misma comida. Sin importarle lo mal que olía el lugar ni sus incomodidades, el rey siguió visitando al hombre pobre hasta que entre los dos se desarrolló una buena amistad. Entonces el rey decidió revelar a su amigo su verdadera identidad.
—Mi amigo, creo que es tiempo de que te diga quién soy. Todo este tiempo me he presentado como un ciudadano común, pero quiero que sepas que soy el rey.
—¿El rey? —preguntó asombrado el hombre—. ¿El rey ha estado visitándome en esta pocilga donde vivo?
—Así es. Y ahora puedes pedir lo que quieras en honor a nuestra amistad.
—Su Majestad —respondió el hombre, abrumado de admiración—. Usted dejó la comodidad de su palacio para comer de mi comida y para compartir mis penas. ¿Qué mayor regalo puedo pedir, aparte de su sincera amistad? (Adaptado de Michael P. Green, 1,500 lllustrations for Biblical Preaching [Mil quinientas ilustraciones para la predicación bíblica], pp. 48, 49).
Una hermosa historia. Y un poderoso mensaje que nos recuerda, especialmente en este día de Navidad, que un día, el Rey de todo el universo dejó su trono de gloria y nació en un maloliente establo, para comer de nuestra comida y compartir nuestras penas. Más aún, para morir clavado en una cruz. Y todo por amor a ti y a mí.
También nos recuerda que ese Rey vino a ofrecernos un amor y una amistad que nada ni nadie nos podrá arrebatar. ¡Qué verdad tan profunda, y a la vez tan hermosa!
Tus mejores amigos terrenales podrán darte la espalda, pero Cristo, el Rey del universo, nunca lo hará. Siempre, en las buenas y en las malas, puedes contar con su amistad.
¿Será que alguien puede darte un mejor regalo en esta Navidad?
Gracias, Jesús, por tu preciosa amistad. No la cambio por nada en este mundo.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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