Estos eran de sentimientos más nobles que los de Tesalónica, de modo que recibieron el mensaje con toda avidez y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba (Hechos 17:11).
Jean-Louis Agassiz además de un gran científico, fue un profesor muy inspirador. Una de sus anécdotas sirve para mostrar los principios básicos del estudio inductivo. Un estudiante de historia natural se matriculó con Agassiz. Le informó que estaba interesado en la zoología, especialmente los insectos.
—¿Y cuándo deseas comenzar? —le preguntó.
—Ahora mismo —contestó el alumno.
Agassiz tomó un recipiente con un espécimen y dijo al estudiante:
—Toma este pez y obsérvalo. Lo llamamos Haemulon. De vez en cuando te preguntaré qué has visto.
Le dio instrucciones de cómo cuidarlo y salió. El estudiante quedó desencantado. Esperaba lecciones de sabiduría del maestro y ahora lo dejaba observando a aquel monstruo. Pasaron diez minutos y el estudiante decidió que ya había visto todo lo que podía ver del pez, así que salió en busca de su maestro para preguntarle qué más debía hacer. Pero el profesor ya no estaba en el museo y el estudiante no pudo hacer otra cosa que regresar a observar aquel pez disecado. Pronto comenzó a parecerle repulsivo. Le dio la vuelta, y lo miró directamente a la cara. Sin importar cómo lo mirara, no le parecía en absoluto interesante. Como ya era hora de comer, guardó al pez y se tomó una larga sobremesa.
Cuando regresó, se enteró de que el maestro Agassiz de nuevo había tenido que salir. El estudiante logró animarse y volvió a contemplar al pez. Le tocó los agudos dientes y pensó que dibujarlo sería una buena manera de pasar el tiempo. Cuando el profesor regresó, vio que el estudiante dibujaba el espécimen y le dijo:
—Eso está muy bien. El lápiz es uno de los mejores ojos.
Cuando el estudiante preguntó al maestro qué tenía que hacer después, la respuesta fue:
—Oh, mirar de nuevo al pez.
Tres días lo observó bajo prohibición de mirar cualquier otra cosa. Repetidamente Agassiz le decía: «Mira, mira, mira». Más tarde, el estudiante llegó a comprender que esa era la mejor lección en entomología que jamás había recibido. Los métodos de entrenamiento de Agassiz se pueden resumir en tres pasos: observar, interpretar, aplicar.
Cuando aplicamos estos tres pasos al estudio de la Biblia, descubrimos la verdad por nosotros mismos y tenemos el gozo del descubrimiento personal. Así actuaron los cristianos de Berea y por eso fueron más nobles que los Tesalonicenses. Sigamos el mismo método y nuestra vida espiritual se fortalecerá.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez
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