Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
Hebreos 11:1.
Es precioso el pensamiento de que la justicia de Cristo nos es imputada, no por algún mérito de nuestra parte, sino como don gratuito de Dios. El enemigo de Dios y del hombre no quiere que esta verdad sea presentada claramente; porque sabe que si la gente la recibe plenamente, habrá perdido su poder sobre ella. Si consigue dominar las mentes de los que se llaman hijos de Dios, de modo que su experiencia se componga de duda, incredulidad y tinieblas, logrará vencerlos con la tentación. Esta fe sencilla, que acepta al pie de la letra lo que Dios dice, debe ser estimulada. El pueblo de Dios debe poseer la clase de fe que se aferra al poder divino; "porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios" (Efe. 2:8). Los que creen que por amor de Cristo, Dios ha perdonado sus pecados, no deben, por causa de la tentación, dejar de seguir peleando la buena batalla de la fe. Su fe debe volverse cada vez más fuerte hasta que su vida cristiana, como sus palabras, declare: "La sangre de Jesucristo... nos limpia de todo pecado" (1 Juan 1:7).
La fe significa confiar en Dios, creer que nos ama y sabe mejor qué es lo que nos conviene. Por eso nos induce a escoger su camino en lugar del nuestro. En vez de nuestra ignorancia, acepta su sabiduría; en vez de nuestra debilidad, su fuerza; en vez de nuestra pecaminosidad, su justicia. Nuestra vida, nosotros mismos, ya somos suyos; la fe reconoce su derecho de propiedad, y acepta su bendición. La verdad, la justicia y la pureza han sido señaladas como los secretos del éxito en la vida... Todo buen impulso o aspiración es un don de Dios; la fe recibe de Dios la única vida que puede producir desarrollo y eficiencia verdaderos.
Se debería explicar claramente cómo se puede ejercer fe. Toda promesa de Dios tiene ciertas condiciones. Si estamos dispuestos a hacer su voluntad, toda su fuerza nos pertenece. Cualquier don que se nos prometa se encuentra en la promesa misma... Tan ciertamente como se encuentra el roble contenido en la bellota, se encuentra el don de Dios en su promesa...
La fe que nos capacita para recibir los dones de Dios es en sí misma un don... Aumenta a medida que se la usa para asimilar la Palabra de Dios. A fin de fortalecer la fe debemos ponerla a menudo en contacto con la Palabra.
¡Cuán a menudo los que confiaron en la Palabra de Dios, aunque eran en sí mismos completamente impotentes, han resistido el poder del mundo entero!... Estos constituyen la verdadera nobleza del mundo. Constituyen su realeza..— Review and Herald, 24 diciembre de 1908.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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