Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mateo 18:15.
Si usted está apenado porque sus vecinos o amigos están haciendo algo que los perjudica, si ellos están abrumados por su falla, siga la regla bíblica: "Repréndelo estando tú y él solos". Al acercarse a aquel que usted supone que está en error, asegúrese de hablarle con un espíritu manso y humilde, porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. El errante no puede ser restaurado de otra manera que no sea con espíritu de mansedumbre, tacto y amor tierno. Sea cuidadoso con su trato. Evite cualquier sabor de orgullo o autosuficiencia en apariencia o gesto, palabras o tono de voz. Guárdese contra la palabra o mirada que pueda exaltar su yo o presente su bondad y rectitud en contraste con sus fracasos. Esté atento contra la aproximación más remota al desprecio, el autoritarismo o el repudio. Evite con cuidado cualquier apariencia de enojo, y aunque hable con claridad, que no haya reproche, acusación insistente, ni afecto fingido, sino un amor ferviente. Sobre todo, que no haya una sombra de odio o malas intenciones, tampoco amargura ni gestos de desagrado...
Recuerde que el éxito de una amonestación depende grandemente del espíritu con que se expresa. No descuide la oración ferviente para poseer una mente mansa y que los ángeles de Dios obren en los corazones que usted intenta alcanzar antes que usted, y así los suavicen con impresiones celestiales, para que sus esfuerzos cuenten...
Quizás usted se ha justificado por hablar mal de su hermano o hermana o vecino a otros antes de hablar con ellos, y dar los pasos que Dios ha estipulado claramente. Quizás usted dice: "No hablé con nadie hasta que me sentí tan abrumado que no pude aguantar". ¿Qué es lo que lo abrumó? ¿Fue un descuido simple de su deber, un así dice el Señor? Usted se encontraba bajo la culpa del pecado porque usted no reprendió a su hermano en privado...
A veces el reproche más suave y tierno no tendrá un efecto positivo. En un caso tal, la bendición que usted quería que otro recibiera al seguir un camino de justicia, apartándose del mal y aprendiendo a hacer el bien, retornará a su propio seno. Si el errante persiste en el pecado, trátelo con bondad y déjelo con su Padre celestial.— Review and Herald, 17 de julio de 1879.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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