domingo, 10 de febrero de 2013

SI SOLO CAMINAS LOS DÍAS DE SOL, NUNCA LLEGARÁS A TU DESTINO



Te recomiendo que avives la llama del don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.  Así que no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor.  2 Timoteo 1:6-8. 

Algunos aseguran que el temple de una persona se da a conocer cuando se encuentra en circunstancias adversas. Es en medio de las dificultades cuando usamos los recursos emocionales de que disponemos para enfrentarnos a nuestros problemas.
Generalmente, frente a una emergencia, sea de la índole que sea, no tenemos tiempo de escoger nuestras propias emociones. Estas simplemente afloran por sí solas de acuerdo a nuestro temperamento, y también a la forma en que nos hemos habituado a reaccionar.
La Palabra de Dios es clara y contundente cuando dice: «¡Sé fuerte y valiente!» (Jos. 1:9). Estoy segura de que entendemos que este imperativo de Dios debe aplicarse en tiempos difíciles, especialmente en los momentos en que nos sentimos débiles y acobardadas por situaciones que nos causan gran tensión y temor. Es una consigna que debemos usar cuando los vientos nos sean contrarios, cuando la realidad nos diga que nuestras mejores expectativas nunca se cumplirán. En tales momentos hemos de recordar lo que Dios nos dijo por medio de su Palabra: «En este mundo afrontarán aflicciones, pero, ¡anímense! Yo he vencido al mundo» (Juan 16:33).
Las mujeres de Dios debemos aprender a revestirnos del manto de fortaleza con que nos cubre la gracia divina, que nos permite avanzar en medio de los problemas y las dificultades que enfrentamos cotidianamente como hijas, hermanas, madres y esposas. Si detenemos el paso, si nos quedarnos atrapadas en profundos estados de ánimo, todos los que dependen de nosotras seguirán nuestro ejemplo. Recordemos que la mujer que alaba a Dios es aquella que «se reviste de fuerza y dignidad, y afronta segura el porvenir. Cuando habla, lo hace con sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor. Está atenta a la marcha de su hogar, y el pan que come no es fruto del ocio» (Prov. 31:25-27).
Amiga, vive las horas de este día con la actitud de la mujer que sabe que Dios tiene el mando de su vida, y que no te «ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio» (2 Tim. 1:7).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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