Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos (Mateo 5:44,45).
La historia que sigue es una de las más extraordinarias que he escuchado en mi vida. Me habría costado trabajo creerla si no la hubiera leído en una fuente fidedigna, ís God Still in the Healing Business? [¿Todavía está Dios en el negocio de la sanidad?], de David Marshall.
El general Lawrence Fuller era el abogado más importante del ejército de los Estados Unidos. Tenía un doctorado en Derecho y otro en Ingeniería. También era ateo. Hay quienes son ateos por conveniencia, pero él lo era por convicción. Después de un proceso de estudio riguroso, el militar había llegado a la conclusión de que Dios no existe y estaba dispuesto a defender su posición detalladamente, para convencer a otros de que también debían ser incrédulos.
En el mes de diciembre de 1973, a los sesenta y cinco años, Fuller se sometió a una serie completa de análisis y exámenes médicos en el Hospital General Walter Reed de Washington, D. C, como parte del proceso de su retiro del ejército. Al terminar los análisis, el cirujano en jefe anunció al general que se había descubierto que tenía cáncer de colon y el caso era sumamente grave. Era jueves y tendría que someterse a una intervención quirúrgica el lunes siguiente.
El domingo por la noche, antes de la operación, Fuller se encontraba despierto en su cama sin poder dormir. Cuenta que ante sus propios ojos el techo de la casa se abrió y una mano incorpórea descendió y lo tocó en la parte enferma de su cuerpo. Inmediatamente supo que estaba sano. La mano se retiró y el techo fue puesto en su lugar otra vez.
A la mañana siguiente, Fuller fue al hospital para anunciar que no se sometería a la operación y se mostró inflexible. Estaba sano. Después de una acalorada discusión con el cirujano, ambos acordaron que se realizaría una segunda ronda de análisis. Volvieron a tomar las radiografías y se hizo otra colonoscopia. Los análisis demostraron que Fuller estaba completamente sano. De hecho, su colon aparentaba ser el de un joven.
Cuando leí esta historia estuve pensando mucho tiempo. Dios no es como nosotros, que tendemos a beneficiar a quienes nos aman y piensan como nosotros. Dios, sin embargo, derrama sus bendiciones sobre justos e injustos. Si de verdad somos sus hijos, haremos lo mismo. Esta es una de las señales que realmente nos distinguirán.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
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Por Félix H. Cortez
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