Por este milagro, Cristo ha mostrado cómo la obra misionera ha de estar vinculada con el ministerio de la Palabra. El Maestro no solo le dio a la gente alimento espiritual; por medio de un milagro también les proveyó alimento temporal para satisfacer su hambre física. Esta provisión misericordiosa ayudó a fijar en la mente del pueblo las palabras gentiles de verdad que él había hablado....
Por medio de este milagro Cristo desea enseñarnos la verdad de las palabras, "separados de mí, nada podéis hacer" (Juan 15:5). El es la fuente de todo poder, el Dador de todas las bendiciones temporales y espirituales. El emplea a los seres humanos como colaboradores, dándoles una parte para hacer con él como su mano ayudadora. Hemos de recibir de él, no para acumular para nuestra gratificación, sino para impartir a otros. Al hacer esta obra, no supongamos que hemos de recibir la gloria. Toda la gloria debe dársele al gran Artífice. Los discípulos no habrían de recibir la gloria por haber alimentado a los cinco mil. Eran apenas los instrumentos empleados por el Señor...
Él, el gran Artífice, no duerme. Él constantemente obra para el cumplimiento armonioso de sus designios. Nos confía talentos para que podamos colaborar con él. Siempre hemos de recordar que no somos más que instrumentos en sus manos. "El que se gloría, gloríese en el Señor" (1 Cor. 1:31),...
Todos los que han aceptado a Cristo no estarán satisfechos con disfrutar el favor divino sin darles a otros el gozo que alegra sus almas. La devoción más pura y santa es aquella que conduce al esfuerzo perseverante y desinteresado por la salvación de los que están fuera del rebaño...
Quienes imparten a los demás las riquezas de la gracia del cielo serán ellos mismos enriquecidos. Los ángeles ministradores esperan y anhelan canales por los cuales puedan comunicar los tesoros del cielo. Los hombres y las mujeres pueden alcanzar el nivel más elevado del desarrollo mental y moral solo al cooperar con Jesús en un esfuerzo desinteresado por el bien de otros. Nunca somos tan genuinamente enriquecidos como cuando intentamos enriquecer a otros. No podemos disminuir nuestro tesoro por compartirlo. Mientras más iluminemos a otros, más brillante resplandecerá nuestra luz—Review and Herald, 4 de abril de 1907.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
No hay comentarios:
Publicar un comentario