No apaguen el Espíritu (1 Tesalonicenses 5:19).
¿Qué te regalaron cuando te graduaste de secundaria? ¿Qué te gustaría recibir si todavía no te has graduado? En 1904, cuando se graduó de la educación secundaria, en la ciudad de Chicago, William Borden recibió como regalo un viaje alrededor del mundo. Tenía solo 16 años de edad pero su futuro estaba asegurado. Era el heredero de la próspera empresa Borden Dairy Estate y su padre había decidido que, después de regresar de su viaje, William estudiaría en la Universidad de Yale donde se prepararía para asumir la dirección de la empresa de la familia o cualquiera de las corporaciones más exigentes del país.
El viaje de graduación llevó a William por toda Asia, el Próximo Oriente y Europa y causó en él un impacto muy profundo. Hasta ese momento no había tenido la oportunidad de observar personalmente el sufrimiento de las personas. Allí se dio cuenta de la ignorancia, la pobreza y la enfermedad que muchos padecían. William era además una persona profundamente cristiana y se angustiaba al ver pueblos enteros muriendo sin el conocimiento de la salvación en Cristo Jesús. Y fue así, en este viaje, que el deseo de convertirse en misionero para aliviar el sufrimiento en otras partes de la tierra se encendió en su corazón. Antes de regresar del viaje escribió a su casa expresando su deseo de ser misionero. Esto produjo gran sorpresa entre sus amigos. Sabiendo que William era un millonario con un futuro prometedor, expresando su desconcierto, uno de ellos le escribió que, «como misionero», estaba «tirando su vida por la borda». Sin embargo, William era una persona de convicciones firmes y en la parte de atrás de su Biblia escribió dos palabras: «Sin reservas».
Dios también nos habla como a William Borden. En nuestra experiencia como estudiantes, en el trabajo, estando de viaje o al relacionarnos con la familia, Dios abre ante nuestros ojos escenarios de oportunidad para servirle. Si estamos en sintonía con él, en nuestro corazón se encenderá un fuego de convicción y deseo de hacer algo para remediar esas situaciones. Debes reconocer ese fuego como una llama divina que te impulsa a trabajar para el Señor. Aquellos que no apagan el fuego del Espíritu, sino que se entregan «sin reservas» a él, serán poderosos instrumentos de Dios. Vale la pena, ¿no crees?
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez
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