El falso testigo que esparce mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos. Proverbios 6:19
Esparcir mentiras y sembrar discordia. Quien se deleita en estas dos actividades tiene una existencia miserable, e intenta que la vida de los demás sea igual de patética. La gente que extiende falsos rumores sobre los demás busca ser considerada como superiores al desprestigiar a otros y esparcir información sobre ellos sin comprobar si es cierta o no. Pero para la mirada atenta, este tipo de conducta no logrará sus objetivos.
La especulación es la herramienta de trabajo preferida de los «rumoristas», si se me permite el neologismo. Distorsionan la verdad y crean una versión diferente de los hechos y de las personas involucradas en los mismos. Esparcir mentiras y rumores puede convertirse en una adicción muy fuerte, pero lo peor es que es engañosa, pues quienes la padecen pueden llegar a creer que hacen bien, o que no están haciendo nada malo.
Esta tendencia pecaminosa es tan antigua como la misma existencia del ser humano. Una de las leyes de convivencia entre los israelitas decía: «No divulgues informes falsos. No te hagas cómplice del malvado ni apoyes los testimonios del violento» (Éxo. 23:1).
Por causa de rumores se han destruido matrimonios, se han roto relaciones afectuosas y se han puesto en duda el prestigio y la credibilidad de una persona.
Seamos cuidadosas con lo que decimos. Si nuestra imaginación es tan prolífera que no podemos dejar de agregar «detalles» a un incidente, entonces sutilmente caemos en las redes de Satanás, y las consecuencias serán fatales. «El testigo falso no quedará sin castigo; el que esparce mentiras no saldrá bien librado» (Prov. 19: 5).
Mi querida amiga, sellemos nuestros labios cuando lo que estemos a punto de decir falte a la verdad. Desarrollemos el hábito de hablar bien de los demás, y lo conseguiremos cuando conectemos nuestra mente con la mente del Eterno. Los motivos santificados y las buenas intenciones vienen de una mente y un corazón que han sido tocados por el Espíritu Santo.
Recordemos: «Más vale pobre e intachable que necio y embustero» (Prov. 19:1). Odia la mentira, como tu Señor. Que de tus labios broten siempre palabras veraces que esparzan vida por donde pases.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
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