Nosotros hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor. El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él (1 Juan 4: 16).
El amor de Cristo es más fuerte que la muerte. Los que han experimentado su amor, no permiten que nada los separe de él. El apóstol Pablo dice que «nada» (Rom. 8:35-39) puede separar a un cristiano de su Salvador. Miles han preferido la muerte antes que negar a su Salvador que se entregó por ellos. No todos son llamados a dar testimonio de su fidelidad a su Salvador mediante un sacrificio, pero siempre habrá quienes reciban el elevado honor de ser participantes de los sufrimientos de Cristo.
El amor de Dios alcanza a la gente en todas las circunstancias de la vida. El amor de Dios permanece en medio del desastre e incluso en la misma muerte. En la antigua Unión Soviética se dieron casos de verdadero heroísmo cristiano y certeza del amor divino por la fidelidad que los hijos de Dios manifestaron a favor de su Salvador. Las autoridades arrestaron a Valentina, una joven de veintisiete años, por llevar material de lectura cristiana. La joven creyente, dueña de una sonrisa encantadora y de una fe firme como una roca, fue a dar a un gulag, un campo de trabajos forzados en Siberia, conocido como el Valle de la Muerte, porque pocos reclusos sobrevivían en él. Allí los prisioneros se sentían completamente aislados del mundo. Era un sitio destinado a aplastar el espíritu humano.
Valentina descubrió, sin embargo, que aun allí Dios podía proveerla de todo lo que necesitaba (Fil. 4:19). En la lobreguez de aquel terrible campo de trabajos forzados conoció a Natasha, otra joven cristiana, con quien, en medio de la noche, se escapaba de las barracas, para orar y conversar bajo los cielos abiertos. A pesar de las circunstancias por las cuales pasaban, Valentina y Natasha disfrutaron de una hermosa camaradería.
«Cantábamos y orábamos durante un rato», recuerda Valentina, «y luego nos íbamos a nuestras respectivas barracas para recuperarnos un poco del frío. Después volvíamos a salir para encontrarnos de nuevo. A veces solo nos quedábamos de pie en silencio mirando juntas al cielo. Nada nos gustaba más que el cielo».
Durante los cinco años que duró su cautiverio Valentina nunca sintió que Dios la hubiera abandonado; al contrario, lo sintió siempre muy cerca de ella. Más de una vez, al recibir una carta con citas bíblicas, comprobó que traían justamente la respuesta a algún pedido o alguna inquietud suya.
Dios te invita esta mañana para que tú también confíes en él.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez
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