Yo he puesto mi esperanza en el Señor; yo espero en el Dios de mi salvación, ¡Mi Dios me escuchará! Miqueas 7: 7
El mundo marcha en forma vertiginosa. Las esperas parecen estar en desuso en la vida contemporánea. Tanto es así que quizás en algunas ocasiones, cuando nos toca esperar, perdemos la paciencia. Sin embargo, las esperas tienen un valor didáctico impresionante. Cuando esperamos algo, o a alguien, desarrollamos paciencia y tolerancia, que son dos valores de gran importancia.
Hoy, cuando muchas cosas se hacen en pocos segundos o minutos, es importante que aprendamos a esperar tranquilamente. Es necesario reconocer que todo se hace a su debido tiempo. Esperar que un hijo alcance la madurez, solidificar una relación matrimonial, cultivar una relación de amor con Dios, son algunos de los asuntos de la vida que requieren una paciente espera hasta que podamos ver los resultados.
El profesor de psicología José Luis Trechera, autor del libro La sabiduría de la tortuga, hace referencia al largo tiempo que muchas tortugas marinas emplean para llegar a determinadas playas y cumplir con su misión: desovar con el fin de mantener la especie. Pueden viajar miles de kilómetros sin prisa, aunque sin detenerse, sorteando toda clase de obstáculos, incluyendo la agresión humana.
La prisa desmedida puede causarnos graves problemas, como son los arrebatos intensos de estrés, el cansancio la pérdida de la fe en Dios, la pérdida de la confianza en los demás… La urgencia puede precipitar la toma de decisiones equivocadas, que traerán fatales consecuencias.
Cuando trasladamos la impaciencia a nuestra relación con Dios, podemos llegar al punto de poner en duda las promesas que el Señor nos ha hecho. Podemos incluso llegar a pensar que él nos ha olvidado y comenzamos a tomar decisiones sin someterlas a su escrutinio.
Amiga, si tienes asuntos sin resolver que has puesto en las manos de Dios y te parece que la respuesta se dilata, recuerda que: «»El Señor es todo lo que tengo. ¡En él esperaré!» Bueno es el Señor con quienes en él confían, con todos los que lo buscan. Bueno es esperar calladamente a que el Señor venga a salvamos» (Lam. 3: 24-25). ¡Espera confiadamente en Dios, pues él actuará! ¡No tengas dudas de ello!
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
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