De cierto, de cierto os digo: El que en
mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque
yo voy al Padre. Juan 14:12.
La obra de Cristo estaba mayormente
limitada a Judea. Pero aunque su ministerio personal no se extendió a otras
tierras, personas de todas las naciones escucharon su enseñanza y llevaron el
mensaje a todas partes del mundo.
Muchos escucharon de Jesús por
repeticiones de los milagros maravillosos que ejecutó. Y el conocimiento de su
sufrimiento y muerte, que fueron presenciados por las grandes multitudes que
habían acudido a la Pascua, sería esparcido desde Jerusalén a todas partes del
mundo.
Utilizados como representantes de
Cristo, los apóstoles dejarían una impresión marcada en todas las mentes. El
hecho de que eran hombres humildes no disminuía su influencia, sino que la
aumentaba. La mente de sus oidores sería conducida de ellos a la Majestad del
cielo… Sus palabras de confianza aseguraban a todos que no obraban con su
propio poder, sino que solo estaban continuando la misma obra impulsada por el
Señor Jesús cuando estaba con ellos. Humillándose, declaraban que Aquel que los
judíos habían crucificado era el Príncipe de vida, el Hijo del Dios viviente, y
que en su nombre hacían las obras que él había hecho…
El universo entero está bajo el control
del Príncipe de la vida… Él pagó el dinero del rescate por todo el mundo. Todos
pueden ser salvos por él. Él nos llama a obedecer, creer, recibir y vivir. Si
todos abandonaran el negro estandarte de la rebelión y se colocaran bajo su
estandarte, reuniría una iglesia compuesta de toda la familia humana. A quienes
creen en él, él los presentará ante Dios como sus súbditos leales. Él es
nuestro Mediador, al igual que nuestro Redentor.
Defenderá a sus seguidores escogidos
contra el poder de Satanás y someterá a todos los enemigos de ellos…
Cristo deseaba que sus discípulos
entendieran que él no los dejaría huérfanos…
Estaba a punto de morir, pero deseaba
que ellos advirtieran que él volvería a vivir. Y aunque estaría ausente después
de su ascensión, por la fe podrían verlo y conocerlo, y él tendría el mismo
interés y amor que les manifestó cuando estuvo con ellos.
Cristo aseguró a sus discípulos que
después de su resurrección él se mostraría vivo a ellos… Entonces entenderían
lo que no habían entendido en el pasado: que hay una unión completa entre
Cristo y su Padre, una unión que siempre existirá -Review and Herald, 26 de
octubre de 1897.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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