miércoles, 14 de agosto de 2013

EL SECRETO DEL PERDÓN — 2

Sáname, Señor, y seré sanado; sálvame y seré salvado, porque tú eres mi alabanza (Jeremías 17:14).

El dolor por la terrible traición de Hilda había llegado a ser insoportable para Fouke, pero el ángel le había anunciado que existía un remedio. Fouke necesitaría el milagro de los ojos mágicos, un par de lentes prodigiosos que le permitirían ver hacia atrás, hasta el momento en que se inició su dolor, y percibir a Hilda no como la esposa cruel que lo había traicionado, sino como una mujer débil que lo necesitaba. Esta manera nueva de ver las cosas iniciaría el proceso de curación.
Al principio Fouke no creía que fuera posible, pero se sometió a la voluntad del ángel.
Al ponerse los lentes y mirar hacia atrás empezó a percibir a su esposa como nunca antes.
Hilda no era un monstruo. Era una mujer buena pero débil y necesitada. Cada vez que Fouke miraba hacia atrás con los lentes prodigiosos, el ángel llegaba y le quitaba una piedrecita.
Conforme Fouke empezó a ver a Hilda con sus nuevos ojos, poco a poco, en su corazón nacía un nuevo sentimiento de respeto y de afecto por ella.
El milagro del perdón se inicia cuando Dios nos da la capacidad de ver a nuestros enemigos, no a través de los lentes del odio, sino a través de los lentes de la gracia; cuando los separamos del mal que nos hicieron. Del mismo modo, Dios quita nuestros pecados y los pone sobre Cristo Jesús, y no nos mira a través de la lente de nuestra maldad. Esta nueva percepción de nuestros enemigos nos ayuda a ver quiénes son en realidad. No son monstruos, sino personas débiles, falibles y necesitadas de nuestra ayuda más que de nuestro odio. Esta nueva percepción hace posible que en nuestro interior surja un nuevo sentimiento hacia ellos y renunciemos a la venganza.
El perdón es como una intervención quirúrgica en el corazón que quita el dolor, libera nuestra memoria del pasado y nos ayuda a mirar con gozo y confianza hacia el futuro. El perdón no depende de la actitud del ofensor. Es algo que ocurre en el corazón del ofendido.
Es salud para él. Si el ofensor está dispuesto, podrá beneficiarse de una reconciliación.
El ofendido, sin embargo, siempre ha sido libre para sanar.
Puede ser que hayas vivido con el peso del odio y el deseo de venganza torturándote el corazón. ¿Por qué no pedir a Jesús los lentes prodigiosos en este momento?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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