Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. 1 Corintios 3:6, 7.
La obra de edificar el Reino de Cristo procederá, aunque parezca moverse lentamente; los medios son tan limitados que las imposibilidades parecen testificar contra su avance... A los discípulos se les pidió que alimentaran a la multitud hambrienta antes de que ellos comieran. Después de que las necesidades de todos habían sido suplidas, se dio la orden: “Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada” (Juan 6:12). Se recogieron doce cestos llenos, y entonces Cristo y los discípulos comieron del alimento precioso proporcionado por el Cielo...
En vez de pasar su responsabilidad a otra persona que considera más capacitada que usted, obre según su habilidad, aunque tenga un solo talento.
Cristo recibía del Padre; impartía a los discípulos, y ellos impartían a la multitud. Todos los que están unidos a Cristo recibirán de él el pan de vida... y lo impartirán a otros...
Nuestro Salvador colocó en las manos de sus discípulos el alimento para la gente, y al vaciarse sus manos, nuevamente eran llenadas de alimentos, que se multiplicaban en las manos de Jesús tan rápido como se los requería... Esto debe ser de gran estímulo para sus discípulos de hoy. Cristo es el gran centro, la fuente de toda fuerza...
Un Pablo puede plantar y un Apolos regar; pero solo Dios da el crecimiento. Esto es para que nadie se enorgullezca. Los más inteligentes, los mejor dispuestos espiritualmente, pueden otorgar solamente lo que reciben. De sí mismos, no pueden aportar nada a las necesidades del alma. Podemos impartir únicamente lo que recibimos de Cristo; y podemos recibir únicamente a medida que impartimos a otros.
A medida que continuamos impartiendo, continuamos recibiendo; y cuanto más impartamos, tanto más recibiremos. Así podemos constantemente creer, confiar, recibir e impartir...
En las manos de Cristo, la pequeña provisión de alimento permaneció sin disminución hasta que la hambrienta multitud quedó satisfecha. Si vamos a la Fuente de todo poder, con las manos de nuestra fe extendidas para recibir, seremos sostenidos en nuestra obra, aun en las circunstancias más desfavorables, y podremos dar a otros el pan de vida –Signs of the Times de 19 de agosto de
1897; ver un texto similar en El Deseado de todas las gentes, pp. 335-339.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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