domingo, 30 de junio de 2013

LAS COSAS NO TENDRÍAN QUE SER ASÍ

¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento y dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no dejar de lado a tus semejantes? (Isaías 58: 7).

George R. Knight cuenta la historia de Ana More. Gozaba de una excelente educación y de un gran potencial para hacer una buena contribución en favor del adventismo. Era una ávida lectora y había aprendido de memoria el Nuevo Testamento. Tenía una amplia experiencia como maestra, como administradora de escuelas y como misionera a favor de los desplazados de las tribus Cherokee y Chac-taw de Oklahoma. También había sido misionera en África Occidental bajo la administración de la American Missionary Association.
Pero un día se encontró con el pastor S. N. Haskell que le entregó muchas publicaciones adventistas, entre ellas, el libro de J. N. Andrews, History of the Sabbath [Historia del sábado]. Cuando regresó a África, se convirtió al adventismo. Fue repudiada por su organización misionera, por lo cual en la primavera de 1867, se dirigió hacia Battle Creek, Michigan, esperando encontrar desahogo y trabajo entre sus hermanos adventistas. Pero al llegar a Battle Creek, los White estaban de viaje y Hannah no pudo encontrar ni trabajo ni un lugar donde quedarse.
Rechazada por los adventistas, se fue a vivir con unos antiguos compañeros misioneros que vivían al norte de Michigan. A pesar de la forma como los adventistas la habían tratado, no abandonó su fe. Los White, comprendiendo la tragedia, establecieron comunicación postal con ella, prometiendo alojarla en Battle Creek en primavera. Pero tal reparación de la falta ya no se produciría. Ana More enfermó en febrero y murió el 2 de marzo de 1868. Elena G. de White comento después que «murió como un mártir del egoísmo y falta de compasión de los creyentes observadores de los mandamientos» (Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 584).
Años más tarde, cuando los adventistas trataban de iniciar su programa de misiones extranjeras, Elena G. de White escribió en la Review and Herald: «¡Qué útil nos habría sido Ana More para ayudarnos a alcanzar a otras naciones en este momento!. Su extenso conocimiento de los campos misioneros nos habría dado acceso a quienes hablan otras lenguas, a los cuales ahora no nos podemos acercar. Dios puso entre nosotros ese don para suplir una necesidad actual, pero no supimos apreciarlo y nos lo arrebató».
Observa los rostros de las visitas los sábados. Saluda, invita, ayuda. Tu amor por las personas es más importante que el conjunto de «doctrinas verdaderas». La verdad no se asienta en el intelecto, se encarna en las acciones.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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