Los mixmbros dxl cuxrpo qux parxcxn más dxbilxs, son los qux más sx nxcxsitan. XI apóstol Pablo
No, xl xditor no sx xquivocó, ni a mi computadora sx lx ha xstropxado una txcla. Prxscindo dx una Ixtra para dartx gráficamxntx una lxcción valiosa: cuando falta un xlxmxnto, nada xs igual.*
A veces tenemos la idea de que nada cambia por el hecho de que faltemos nosotras. Al fin y al cabo, somos poca cosa, apenas una simple letra del alfabeto que puede sustituirse o pasarse por alto sin que el resultado final quede profundamente afectado. La iglesia está funcionando perfectamente bien, al menos eso es lo que ves desde la banca, desde la expectación, a vista de pájaro, igual que sucede con el texto de arriba, que se puede identificar a pesar de que le falta un elemento. Sí, es cierto, el mensaje llega a pesar de los vacíos generados por tu falta de aportación, pero lo haría mucho más clara y eficazmente si Dios pudiera contar también contigo. Si todos tomaran esa misma actitud, sería como si a nuestro texto le faltara no solo una letra, sino tres, seis o diez…
¿Quién lo entendería entonces?
Obviamente Dios, dirigiendo la iglesia a través de su Espíritu Santo, puede hacer llegar la salvación a un mundo que agoniza utilizando únicamente las letras con las que cuenta, es decir, las personas que sí se dejan utilizar por él. Pero cuánto menos desdibujado y cuánto más contundente sería si contara con tu aportación. No te quedes al margen creyendo que no eres necesaria, o que eres un cero a la izquierda.
Nadie es un “don nadie”; todas somos importantes para Dios y podemos servirle de muchas maneras. Así como en el alfabeto no existen letras más importantes que otras, en este cuerpo que es la iglesia “hay diferentes dones, pero el que los concede es un mismo Espíritu. Hay diferentes maneras de servir, pero todas por encargo de un mismo Señor. Y hay diferentes manifestaciones de poder, pero es un mismo Dios, que, con su poder, lo hace todo en todos […]. Dios ha puesto cada miembro del cuerpo en el sitio que mejor le pareció […]. Pues bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno de ustedes es un miembro con su función particular” (1 Cor. 12:4-6; 18, 19; 21, 22; 27). Por eso, cuando tú no cumples tu función, todo el organismo se ve afectado. No dejes nunca de aportar aquello que solo tú puedes aportar
“Ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno de ustedes es un miembro con su función particular” (1 Cor. 12:27).
* Idea inspirada en Raúl Echeverri, Setmíios de vida 2 (Bogotá: San Pablo, 2007), p. 206.
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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