“Sabía yo que tú eres un Dios clemente y compasivo lento para la ira y rico en misericordia, y que te arrepientes del mal con que amenazas”. Jonás 4:2, NVI
¿Qué puede no gustar de la historia de Jonás? Aparecen el perfecto “chico malo” -el fugitivo profeta recalcitrante- y toda una tripulación de marineros gentiles dados a decir palabrotas. Incluimos un huracán de Intensidad 5 en el mar y tenemos una tempestad -y un relato- de fábula. También cuenta con una ruleta divina que escoge al rebelde entre la multitud y, por supuesto, esa criatura marina oscura y misteriosa que se traga a Jonás en el instante en que se hunde bajo la superficie agitada y espumante. ¡Qué podría haber mejor!
Pero hay más. El pez vomita al profeta fugitivo, con la piel amarillenta por la bilis de tres días y tres noches en ese vientre marino. ¡No es de extrañar que toda la ciudad escuchase cuando este mensajero anunció su destrucción en cuarenta días! Y, sorpresa, el pueblo cae sobre su rosto en uno de los reavivamientos urbanos más memorables de toda la historia.
¿Y Jonás? Con la respuesta más numerosa de la historia a un llamamiento desde el púlpito, este predicador está furioso de que su profecía no se materializara. No siempre te va a salir todo bien. Pero no se lo cuentes a Dios, que realmente sí se ganó a toda la ciudad en esa ocasión. Dios salva a toda la población de una ciudad de gentiles, y lo hace sin pedirles que entren a formar parte de “los elegidos”. No hay constancia alguna de que los salvados de Nínive se convirtiesen en ningún momento a la fe de Israel. Se arrepintieron de su mala conducta ante el Dios de Jonás, y el Dios de Jonás los perdonó y los salvó, hasta el último. Fin.
Y, a propósito, no solo salvó Dios a toda aquella ciudad asiria; también salvó a toda la tripulación de marineros gentiles más un profeta. ¡Es una historia de salvación! Prueba suficiente de que las palabras de Pedro sobre el gentil Cornelio son realmente ciertas: “En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que lo teme y hace justicia” (Hech. 10:34,35).
“Entre los paganos hay quienes adoran a Dios ignorantemente, quienes no han recibido jamás la luz por un instrumento humano, y sin embargo no perecerán. Aunque ignorantes de la ley escrita de Dios, oyeron su voz hablarles en la naturaleza e hicieron las cosas que la ley requería. Sus obras son evidencia de que el Espíritu de Dios tocó su corazón, y son reconocidos como hijos de Dios” (El Deseado de todas las gentes, cap. 70, p. 608).
Es una verdad enorme, ¿no crees? ¡Dios tiene a sus elegidos por doquier!
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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