“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”. Marcos 1:35
¿Te lo puedes creer? Hasta el Dios del universo hecho carne necesitaba un lugar tranquilo para orar. Considera esta afirmación de Así dijo Jesús (El discurso maestro de Jesucristo): “Debemos escoger, como lo hizo Cristo, lugares selectos para comunicarnos con Dios. Muchas veces necesitamos aislarnos en algún lugar, aunque sea humilde, donde estemos a solas con Dios” (cap. 4, p. 134).
Sin embargo, ¿cuánto tiempo deberíamos pasar cada día en oración? Dada la atropellada carrera de locos a la que todos intentamos sobrevivir, ¿cuántos minutos al día deberíamos pasar a solas con Dios?
Según bromeó alguien en una ocasión, en lo que respecta a la oración, no se trata de que la mente venza la materia, sino más bien de que ¡la mente venza la cama! Lo que simplemente significa que todos afrontamos la perenne lucha matutina de levantarnos de la cama y de llegar a nuestro oratorio. Y, así, se convierte realmente en cuestión de programar nuestro calendario en torno a nuestro renovada búsqueda de intensificar nuestra vida de fe y oración.
Antes de que nacieran nuestros dos hijos, yo abrigaba algunos hábitos profundamente arraigados que incluían dormir a pierna suelta toda la noche. Pero luego llegaron los bebés. Como podrás imaginar, mi vida dio un giro de ciento ochenta grados, o al menos mis noches lo dieron -¡o (en realidad) lo dieron las de Karen!-. Y nos encantó, casi. ¿Por qué? Porque teníamos en nuestra vida una prioridad nueva por entero. Y nuestros horarios sufrieron una reorganización radical para dar cabida a nuestra nueva prioridad.
Pasa igual con Jesús y la oración. A no ser que reorganicemos radicalmente nuestra agenda diaria para darle cabida, ¿de qué vale? Cuando un alumno universitario entra en mi despacho intentando forjar esta nueva prioridad, sugiero veinte minutos al día, siete días a la semana, en su oratorio. Sí, Jesús preguntó con pena a Pedro en Getsemaní: “¿No has podido velar [conmigo] una hora?” (Mar. 14:37). Pero para algunos una hora es demasiado formidable, y yo preferiría que tengas éxito a que te lances sin estar preparado y abandones. Así que empieza poco a poco y ve aumentando. Media hora, una hora: pronto descubrirás, con esta nueva forma de orar (que compartiremos aquí en los próximos días), que el tiempo ya no será un obstáculo.
Pero si tu hábito es ver el último programa nocturno de la televisión, encontrarás que el Amanecer con Cristo se te hace mucho más difícil. Acuéstate temprano para que puedas despertar temprano. Cuando hay Alguien nuevo en tu vida, es esencial reorganizar radicalmente la agenda.
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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