“Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que, tomando sus lámparas, salieron a recibir al novio. […] Como el novio tardaba, cabecearon todas y se durmieron”. Mateo 25:1-5
Lugar: Albuquerque, Nuevo México. Nombre: Patricia White Bull. Edad: Cuarenta y dos años. Llevaba dieciséis años en estado inconsciente. Los médicos eran incapaces de explicar cómo había podido caer en aquel estado catatónico mientras daba a luz a su cuarto hijo. Durante los siguientes años, su esposo y sus hijos acudían a verla y volvían a irse, pero Patricia siguió dormida. Hasta que, de repente, una Nochebuena (historia real) despertó. ¡Te imaginarás el inmenso regocijo de aquella reunión! Podríamos escribir el titular así: “Mujer dormida durante años despierta y vuelve a la vida”.
¿No es ese el titular de la parábola de Jesús sobre las diez vírgenes? Como indica nuestro texto de hoy, las diez se quedaron dormidas mientras aguardaban la llegada del novio. Por eso, quedarse dormidas no determinó si eran prudentes o insensatas. En el relato de Jesús, las jóvenes quedaron catalogadas por tener aceite o por la carencia del mismo. Las prudentes habían hecho acumulo del precioso combustible, mientras que las insensatas habían olvidado traer una cantidad de reserva. Y cuando el novio volvió de repente, las insensatas quedaron en la oscuridad, sin aceite alguno para alumbrar su camino.
En las Escrituras, el aceite es a menudo un símbolo gráfico del Espíritu Santo. Este es el combustible del fuego divino, el bálsamo de la unción divina. Y cuando tu lámpara -o tu vida- está llena de él, la brillante llama del amor de Dios irradia de ti hacia las tinieblas circundantes.
La buena nueva es que no hace falta que nos pillen sin su aceite, como a las insensatas. “El transcurso del tiempo no ha cambiado en nada la promesa de despedida de Cristo de enviar el Espíritu Santo como su representante. No es por causa de alguna restricción de parte de Dios por lo que las riquezas de su gracia no fluyen a [nosotros]. […] Si todos lo quisieran, todos serian llenados del Espíritu” (Los hechos de los apóstoles, cap. 5, p. 39; la cursiva es nuestra). Ahí lo tenemos otra vez: este Don es nuestro con solo pedirlo. Aunque la iglesia a tu alrededor parezca profundamente dormida, no desesperes. No hace falta que esperes hasta el derramamiento final de la lluvia tardía para ser lleno del Espíritu. Abre ahora mismo de par en par las puertas de tu corazón y de tu vida, entrégate por entero a Jesús -el Don es tuyo- y serás colmado. ¿Quién sabe? Puede que seas tú la persona henchida del Espíritu a la que Dios use para despertar a tu iglesia con el grito: “¡Aquí viene el novio!” (Mat. 25:6).
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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