martes, 15 de marzo de 2016

LA ORACIÓN DE LOS ELEGIDOS

“Señor, acuérdate de mí por amor a tu pueblo, con tu fuerza salvadora ven a mí, para que me goce con tus elegidos, me alegre con la alegría de tu pueblo, me llene de orgullo con tu heredad”. Salmo 106:4, 5, LPH

¿No es esta una oración extraordinaria? “Oh Dios, igual que has bendecido a los elegidos a lo largo de los siglos de la historia, ¿querrás, por favor, concederme el mismo favor, visitarme con la misma salvación y dejarme experimentar exactamente el mismo beneficio [la misma “prosperidad”, LBA] que has dado a tus elegidos?” ¿No crees que Dios anhela con pasión que le presentemos peticiones para tener esa vida de beneficios que ha prometido a los elegidos?
¿Qué podría dar más felicidad a un progenitor (o dejarlo más atónito) que el adolescente que vive bajo su techo anuncie, sentado a la mesa familiar, que le encantaría pasar la larde con su progenitor -los dos solos- para aprender de su sabiduría, beneficiarse de su consejo, llegar a conocer su corazón con mayor profundidad y, de paso, acercarse más a él? ¿No te daría gozo dar a tu hijo adolescente todo eso y más?
Entonces, ¿por qué habría un ápice de diferencia en el caso de nuestro Padre celestial, que nos eligió desde el mismo comienzo? Medita sobre esta hermosa promesa: “No necesitáis ir hasta los confines de la tierra para buscar sabiduría, pues Dios está cerca. No son las capacidades que poseéis hoy, o las que tendréis en lo futuro, las que os darán éxito. Es lo que el Señor puede hacer por vosotros. Necesitamos tener una confianza mucho menor en lo que el hombre puede hacer, y una confianza mucho mayor en lo que Dios puede hacer por cada alma que cree. Él anhela que extendáis hacia él la mano de la fe. Anhela que esperéis grandes cosas de él. Anhela daros inteligencia así en las cosas materiales como en las espirituales. Él puede aguzar el intelecto. Puede impartir tacto y habilidad. Emplead vuestros talentos en el trabajo; pedid a Dios sabiduría, y os será dada” (Palabras de vida del gran Maestro, p. 112).
¿Todo eso y más para los elegidos? ¿Por qué no? Entonces, ¿por qué no íbamos a solicitar diariamente a nuestro Padre celestial la abundancia que solo él puede proveer? Sin embargo, ¿no son las peticiones una forma de inmadurez y de egocentrismo? ¿No deberíamos dejar atrás la oración peticionaria?
Supongo que la dejaremos atrás el día que dejemos atrás el Padrenuestro. A algunos los toma por sorpresa saber que, de hecho, la oración modelo de Jesús consiste en una serie de siete peticiones (cuéntalas tú mismo) entre el “Padre nuestro que estás en los cielos” y el “porque tuyo es el reino…” (Mat. 6:9-13). Siete peticiones, evidencia suficiente de que Dios anhela que también nosotros elevemos la oración de los elegidos.

Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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