Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto. Henry Ford
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Fil. 4.13).
Fred Astaire reconoció en una entrevista que, tras una prueba para la productora cinematográfica RKO, había recibido esta calificación: “No sabe actuar. Ligeramente calvo. Sabe bailar”. El prestigioso productor de Hollywood, David O. Selznik, había tildado aquella prueba de “espantosa”. A pesar de tan mal comienzo de su carrera, Fred Astaire, a juicio del mismísimo Rudolf Nuréyev, llegó a convertirse en el mejor bailarín del siglo XX.
Albert Einstein no empezó a hablar hasta los cuatro años, por lo que muchos pensaban que tenía un retraso mental. A los quince, su profesor, Joseph Degen- hart, le dijo: “Nunca llegarás a nada en la vida.
Tu sola presencia aquí mina el respeto que me debe la clase”. Posteriormente Einstein intentó matricularse en la Escuela Politécnica de Zúrich, Suiza, pero no logró pasar la prueba de acceso.
Finalmente, aquel muchacho que algunos veían como poco prometedor se convertiría en uno de los físicos más importantes de la historia.*
Nadie es inmune al desaliento que causa un comentario negativo. “Tú no sirves para esto”.
“Nunca llegarás a ser nadie”. “Fíjate en fulanita, ella sí lo hace bien”… ¿Quién no ha sido objeto de palabras tan duras? La clave está en lo que llegamos a creer como cierto. Como afirmó Eleanor Roosevelt: “Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu permiso”.
Dios, que sí sabe cuánto valemos realmente cada uno de nosotros, nos hace una invitación: “Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto” (Mat. 5:48). Puedes creértelo: con la ayuda de Dios, es factible llegar a la perfección que él desea para tu vida. El primer paso: creer en él, pues “a los que creen en su nombre, les ha dado el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1:12, NVI). Cuando te ves a ti misma como una hija del Rey, no hay límites al impacto que puedes causar en este mundo.
Así como un padre desea conceder a sus hijos lo que le piden, Dios nos dice: “Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abre” (Mat. 7:7, 8). Pide a Dios que te anime cuando alguien te hiera, y él te recordará lo que realmente vales, y los planes que tiene para ti.
* Adaptado de Daniel Colombo, Historias que hacen bien (Buenos Aires: V&R Editoras, 2006), pp. 31-34.
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
#AnteTodoCristiana #MeditacionesMatutinas #DevociónMatutinaParaMujeres #vigorespiritual #plenitudespiritual #FliaHernándezQuitian
No hay comentarios:
Publicar un comentario