Subrahmanyan Chandrasekhar |
“Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
¿Has oído hablar de Subrahmanyan Chandrasekhar? Ya sé que es un nombre difícil de pronunciar. Mejor usemos el diminutivo con el que sus amigos solían llamarlo: Chandra. El fue un científico y matemático indio muy brillante. Completó su doctorado en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, y durante casi sesenta años fue profesor de la Universidad de Chicago, Estados Unidos. Cuando apenas tenía diecinueve años, Chandra calculó el valor de lo que actualmente se conoce como el Límite de Chandrasekhar. En 1983 recibió el Premio Nobel de Física por sus investigaciones astrofísicas. Sin embargo, para lo que Chandrasekhar no tenía límites era para compartir apasionadamente sus conocimientos científicos.
Durante el invierno de 1947 fue invitado a dar un seminario de Astrofísica a ciento sesenta kilómetros de distancia de su casa en Wisconsin. Aquel fue un invierno muy duro. Las carreteras estaban cubiertas de nieve. Precisamente, las condiciones climáticas impidieron que muchos alumnos se matricularan en el curso. De hecho, solo dos jóvenes se inscribieron. ¿Viajaría el doctor Chandrasekhar tan largo trayecto por solo dos alumnos? Sí. Porque él amaba lo qué hacía. Cuando uno ama lo que hace, el trabajo se convierte en una experiencia sumamente placentera. Un elemento fundamental a la hora de elegir una carrera universitaria es preguntarte: ¿Me gusta esa carrera? Chandra descubrió desde muy joven su pasión por la física y se dedicó con entusiasmo a ella.
Por esos dos alumnos, Chandrasekhar desafió el invierno e impartió su clase con mucha profesionalidad. ¿Y qué fruto produjo? Según un artículo publicado el 15 de julio de 1999 en el News Office de la Universidad de Chicago, los dos alumnos fueron Chen Ning Yang y Tsung Dao Lee, los ganadores del Premio Nobel de Física de 1957.
¿Se imaginaba Chandra que de aquella gélida clase saldrían dos premios nobeles? Probablemente no. Pero él cumplió con eficacia y denuedo su labor, y el tiempo le permitió ver la cosecha que generó su arduo esfuerzo.
Este episodio de la vida de Chandra ha de recordarnos que Jesús viajó desde el cielo a la tierra para cumplir su pasión: salvar al perdido. Cristo no vino a este mundo por dos personas, vino por ti. Porque, para salvarte a ti, ¡Dios no tiene límites!
Tomado de Lecturas devocionales para Jóvenes 2016
“VISITA MI MURO, 366 MENSAJES QUE INSPIRAN”
Por: J. Vladimir Polanco
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