Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado. Salmo 1:1.
De Cades-harnea, los hijos de Israel dieron la vuelta y regresaron al desierto. Nadie sabe exactamente qué hicieron o dónde estuvieron ese tiempo. “Los únicos anales que tenemos de su vida en el desierto presentan ejemplos de rebelión contra Dios” (Patriarcas y profetas, p. 431).
Todo comenzó con Coré, un sobrino de Moisés que vivía en el lado sur del Tabernáculo. Era un levita de la familia de Coat, quien tenía la responsabilidad de mover el Santuario y todo su mobiliario.
Coré se cansó de ser un transportista de tienda y muebles, y decidió que era hora de ascender a una posición mejor y más alta. No se detuvo a pensar que Dios había designado a los coatitas para ese trabajo y que era un privilegio realizar esa tarea. No, él quería entrar al sacerdocio.
Secretamente, se opuso a la autoridad de Moisés y Aarón. Cerca de su tienda vivían dos amigos, Datán y Abiram. Eran príncipes de la tribu de Rubén. A ellos les gustaba lo que Coré decía. El pensamiento de instalar un nuevo gobierno con ellos en la cima los complacía.
Los tres conspiradores trabajaron silenciosamente para conseguir más simpatizantes. Doscientos cincuenta príncipes, junto con otras muchas personas, se unieron hasta que finalmente hubo una rebelión a gran escala en el campamento. Entonces, Coré y sus amigos se acercaron a Moisés y a Aarón enfrente de todos, y los acusaron de haber tomado demasiada autoridad para sí mismos.
Moisés estaba estupefacto. Como era usual, imploró la ayuda de Dios y pronto vino la respuesta. Los conspiradores se iban a presentar ante el Señor al día siguiente. Esto les daría tiempo para arrepentirse.
Pero, al siguiente día, Coré, Datán y Abiram siguieron tan rebeldes como antes y Dios le dijo a Moisés que todos huyeran de ellos. Después de una última súplica, Moisés declaró que la tierra tragaría a los agitadores. Tan pronto como las palabras salieron de su boca, hubo un potente sonido estrepitoso mientras la tierra se abría bajo Coré, Datán y Abiram. Ellos cayeron con todo lo que tenían, en un profundo hoyo. La tierra se cerró sobre ellos y desaparecieron.
Fue una lección dramática sobre el final de toda rebelión.
Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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