Dios llora con nosotros para que nosotros, un día, podamos reír con él. Jürgen Moltmann
“Dios mío, Dios mío, ¡por qué me has abandonado?”, exclamó Jesús. Sorprende que, ante el aparente silencio de Dios, su propio Hijo se sintiera así, abandonado por el Padre. Pero el hecho de que exclamara “Dios mío” pone de manifiesto que sabía que Dios estaba presente y podía ayudarlo.
A veces, cuando el dolor azota, le preguntamos a Dios dónde está, por qué no hace nada; es una reacción propia de nuestra humanidad. Su aparente silencio nos genera dudas. Pero hemos de saber en esos momentos que, como aseguran las Escrituras, el vínculo de Dios con nosotros no se ha roto, porque es el vínculo del “amor eterno” (Jet. 31:3); y, por definición, lo eterno nunca deja de ser. Dios nos acompaña cuando nos va bien y cuando nos va mal, como ilustra, entre otras, la vida de José.
Víctima de la conspiración de sus hermanos, José perdió la libertad, pero aun así, “el Señor estaba con José” (Gén. 39:2). Pocos años después, era gobernador de Egipto, la nación más poderosa del mundo, y dijo a sus hermanos: “Fue Dios quien me mandó a este lugar, y no ustedes” (Gén. 45:8).
En su peor desgracia y en su mayor victoria, Dios acompañó a José, a pesar de que en ambos casos, guardó silencio.
Dios está cerca de nosotros incluso cuando huimos de él. Salió a buscar a Adán y a Eva cuando se escondieron de su presencia entre los árboles (ver Gén. 3:8). Nodejóajonás ni aun cuando él “se levantó para huir de la presencia de Jehová” (Jonás 1:3, NV1). Dios llora cuando lloramos y ríe cuando reímos, aunque nuestro oído no esté adiestrado para oírlo.
Dios se hizo hombre (Juan 1:1-14), y esta imagen vale más que mil palabras que pudiera decimos para responder a nuestras preguntas y dudas. Sujetándose a las limitaciones que impone nuestra pecaminosidad, Jesús nos mostró lo que siente la Divinidad cuando sufrimos. Por eso, si te sientes sola, recuerda que Jesús estuvo solo (Mat. 26:56); si estás llorando, no olvides que Jesús lloró (Juan 11:35); si te acusan injustamente, él recibió el mismo trato (Juan 18:38-40); si te han traicionado, piensa que Jesús también fue traicionado (Mat. 26:14-16; 69-74). “Y como él mismo sufrió y fue puesto a prueba, ahora puede ayudar a los que también son puestos a prueba” (Heb. 2:18).
“En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla” (Juan 1:4,5)
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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