“Me paré sobre la arena del mar y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos: en sus cuernos tenía diez diademas, y sobre sus cabezas, nombres de blasfemia. La bestia que vi era semejante a un leopardo, sus pies eran como de oso y su boca como boca de león. El dragón le dio su poder, su trono y gran autoridad” Apocalipsis 13:1, 2
Cuando nuestro hijo Kirk era niño, lo llevamos, junto a unos amigos suyos, a un museo de historia natural en Indiana, para adentrarnos en un mundo surrealista de antiguas bestias. Mediante una iluminación y un sonido meticulosamente puestos en escena, aquellos dinosaurios prehistóricos con piel de goma se retorcían y se movían, gruñían y mordían con rugidos espeluznantes. Aunque nos repetíamos que eran todos modelos sin vida controlados electrónicamente, créeme cuando confieso que ¡parecían y sonaban alarmantemente vivos y absolutamente feroces!
Imagina el horror del anciano apóstol Juan cuando vio en visión, avanzando hacia él, una bestia amalgamada que salía de un mar agitado por el viento. ¿Qué rayos es esta feroz amalgama?
“Sobre sus cabezas nombres blasfemos”. Lo de blasfemia (griego blasfemia) podemos entenderlo todos: tomar el nombre de Dios en vano, naturalmente. Pero fíjate en cómo expande el diccionario la definición de blasfemia: “Habla impía o profana sobre Dios, o de personas o cosas sagradas”. Y luego añade este giro teológico: “El acto de reivindicar los atributos de Dios”. Entonces, con independencia de qué más sea este poder de la bestia, es una potencia que, entre otras características, reivindica los atributos y las prerrogativas de Dios.
Además, hasta una lectura superficial de Apocalipsis 13 pone de manifiesto que es un poder religioso, porque recibe adoración (vers. 4, “y adoraron a la bestia”). También es un poder político, porque solo un poder político tiene un trono y coronas y amplio dominio (vers. 1, 2). Y también es una potencia político-religiosa que tiene influencia global (vers. 3, “Toda la tierra se maravilló en pos de la bestia”). Entonces, ¿cuál es esta potencia político-religiosa global que domina la historia 42 meses (vers. 5) o 1.260 días? Usando la clave interpretativa de un día por un año (Eze. 4:6; Núm. 14:34), los estudiosos de la Biblia desde Ticonio (siglo IV) han visto en esta bestia una poderosa institución dominante en la historia cristiana durante más de 1.200 años.
Con independencia de quién sea esta bestia, el Apocalipsis está claro. ¡Debemos escoger la belleza del Cordero!
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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