“Así que no os angustiéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propia preocupación. Basta a cada día su propio mal” (Mat. 6:34).
Yo soy una mujer muy independiente. No me gusta pedir ayuda. Estoy siempre dispuesta a ayudar a los demás, ¡pero yo nunca pido ayuda! Sin embargo, recientemente me he sentido bastante incapacitada.
Un día, iba de camino a la isla de Samoa para una reunión de damas, cuando me caí en el aeropuerto. A pesar de que estaba echada en el suelo de la terminal de Auckland, ¡me negaba a recibir ayuda y quería ponerme de pie por mi cuenta! Pero tuve que aceptar la ayuda de las personas queme vieron caer y corrieron hacia mí, porque yo era incapaz de levantarme. El dolor era totalmente insoportable.
Para no alargarme demasiado, te diré que continué mi camino a Samoa, para hacer el trabajo que había ¡do a hacer, ya que los que me habían atendido me dijeron que no creían que se tratara de nada grave. Al fin y al cabo, no estaba gritando de dolor (aunque me dolía terriblemente). No sé tú, pero cuando di a luz a mis dos hijos, ni un solo sonido salió de mí, así que, ¿por qué iba a gritar por una caída en el aeropuerto? Pero cuando llegué a Sídney supe que me había roto el hombro. Por una parte, sentí alivio al conocer el diagnóstico, porque confirmé que no eran alucinaciones mías: realmente había una fractura y por eso me dolía tanto.
Entonces aprendí a permitir que mi esposo me ayudara a ducharme, a secarme y a vestirme. Mi hija me lleva al médico; las directoras de los ministerios, mis compañeras, me traen la comida. Otras amigas me ayudan a limpiar la casa y a hacer otras tareas. Al principio, fue muy difícil -tengo que admitirlo- aceptar toda esa ayuda. Sin embargo, esto me llevó a comprender que nos necesitamos unos a otros, y que realmente aprecio el amor que estoy recibiendo.
Primero me preocupé por cómo iba a hacer las cosas sencillas de la vida, tales como ducharme, pero después aprendí humildad como nunca antes. Ser dependiente para todo no es fácil, pero me ha enseñado que no solo necesito de los demás, sino también necesito de Dios más que nunca. Y, por último, estoy aprendiendo a dejar de ser independiente y a permitir que Dios se encargue de mi vida. Erna Johnson
Tomado de lecturas devocionales para Damas 2017
VIVIR EN SU AMOR
Por: Carolyn Rathbun Sutton – Ardis Dick Stenbakken
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