“Por tanto, guárdate y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos y a los hijos de tus hijos” (Deut. 4:9).
De la casa de mis difuntos padres, rescatamos muchas cajas que contenían viejas cartas. Mi padre las guardaba, cuidadosamente clasificadas y etiquetadas. Entre ellas, encontré también mis propias cartas a mis padres. Hace poco tiempo, empecé a leer de cabo a rabo las que les escribí desde África. Leerlas fue como emprender un viaje a mi pasado. Esas cartas eran recuerdos de situaciones, acontecimientos y emociones largamente olvidados.
Un día, durante esa época, me topé con Deuteronomio 4:9 en mi plan diario de lectura bíblica. Las palabras de ese texto me llamaron la atención como si nunca las hubiera leído antes.
El libro bíblico de Deuteronomio informa de lo que Moisés quería decir al pueblo de Israel al final de su vida. Repetía todos los hitos en la experiencia del pueblo, cómo Dios los había sacado de Egipto y conducido a través del desierto. El Señor los exhortaba a no perder de vista aquellas experiencias y a que no olvidaran hablar de ellas a sus hijos y nietos.
Conservo los recuerdos de mis vivencias familiares, especialmente las directamente relacionadas con la dirección divina. No quiero olvidar ninguna, de ahí que esas viejas cartas sean tan importantes para mí.
En el presente, mis hijos están demasiado ocupados para interesarse por el pasado. Cada nuevo día, luchan con los desafíos de sus vidas cotidianas. No obstante, algún día entenderán cuánto podemos aprender del pasado.
Aprender del pasado es particularmente importante para los creyentes. Cuando vemos cómo ha obrado Dios en las vidas de otras personas, se acrecienta nuestra fe. Esa es la razón de que Moisés dijera, en esencia: “No olviden cómo los ha guiado Dios. Él sabe qué es lo mejor para ustedes. Sigan sus instrucciones y prosperarán. Cuéntenselo a sus hijos y nietos, para que nada se olvide”.
En la Biblia, Dios nos ha dado un precioso “archivo” de documentos, cartas, experiencias e historias. Por medio de ella, podemos aprender valiosas lecciones de los viajes “virtuales” que emprendemos al pasado. Además, este Libro Sagrado es una guía fiel para nuestras vidas presentes. Y no solo eso, sino además las profecías bíblicas nos adelantan lo que acontecerá en el futuro. La Palabra de Dios es nuestra caja del tesoro que contiene para nosotros cartas de amor, informativas y consoladoras. ¡Leámoslas! Hannele Ottschofski
Tomado de lecturas devocionales para Damas 2017
VIVIR EN SU AMOR
Por: Carolyn Rathbun Sutton – Ardis Dick Stenbakken
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