Dos estudiantes
universitarios están sentados en una sala de espera. Uno es miembro del equipo
investigador, un “cómplice” del estudio. El otro es un voluntario que participa
en el experimento. Le acaban de hacer unos test psicológicos y aún le quedan
otros por realizar (en realidad, todos son test de autoestima). El interlocutor
pretende estar allí con el mismo propósito, pero en realidad su cometido es
manipular la autoestima del participante. Durante el tiempo de espera, el
cómplice hace comentarios desdeñosos de las opiniones, ideas, ropa, entre
otras, del voluntario. Cuando este completa su segundo test de autoestima, está
claro que su nivel ha descendido.
El mismo
procedimiento se repite con otro participante, pero esta vez con mensajes de
alabanza. El resultado de las pruebas arroja un aumento considerable de la
autoestima frente a los resultados de antes del encuentro. Esto se repite con
muchos otros sujetos. La conclusión es que la autoestima es susceptible de
manipularse. Es muy fácil hacerlo con las palabras que decimos y cómo las
decimos, especialmente cuando evalúan al contrario. Por ello, debemos ser muy
cuidadosos con nuestras palabras, intentando siempre ser positivos, afirmando
las cualidades de otros y, cuando hayamos de expresar desacuerdos, lo hagamos
con mucho tacto y cariño.
Otro factor que
nos ayuda a formar el concepto propio es pertenecer a cierto grupo: ser
miembros de un equipo deportivo, ciudadanos de un país, grupo profesional,
etcétera. El texto de hoy afirma la igualdad frente a Jesús, independientemente
del grupo social al que pertenezcamos. Ser de una nacionalidad u origen étnico,
ser mujer, o no poseer cierto nivel de estudios, puede hacer que la autoestima
de muchos se resienta. Sin embargo, cuando el apóstol Pablo afirma que no hay “
judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer”, no solo está
haciendo una declaración avanzadísima para su tiempo, sino que además está
animando a los creyentes a que no se sientan inferiores (ni superiores) por su
pertenencia a algún grupo social.
Nadie podrá
arruinar tu autoestima a causa de tu género, clase, grupo o raza. Ante Cristo,
todos somos iguales y debes sentirte privilegiado porque Jesús te ha escogido y
eres salvo por su gracia. Ama, pues, a todos tus semejantes, sean del nivel o
grupo que sean, tal y como Jesús te pide: “Que os améis unos a otros; como yo
os he amado, que también os améis unos a otros” (Juan 13:34).
DEVOCIÓN MATUTINA
PARA ADULTOS 2020
UN CORAZÓN ALEGRE
Julián Melgosa y Laura Fidanza
Lecturas devocionales para Adultos 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario