“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29:11).
¿Quién no ha
presenciado alguna vez la reacción de alguien ante la máquina expendedora de refrescos que no
funciona? La persona introduce las monedas, escoge la botella o lata deseada,
pulsa el botón, y… ¡la máquina no despacha nada! Se ha tragado el dinero y la
bebida no ha salido. La primera reacción es intentar recuperar las monedas;
pero si esto no funciona, el sujeto suele enojarse, golpear la máquina y hasta
patearla mientras profiere improperios.
El texto de hoy
es una atractiva promesa, pero no debemos caer en la conducta que muchos usan
frente a la máquina averiada, irritándonos con el Señor porque no nos responde
como esperamos. Precisamente, las palabras de Jeremías 29:11 tardaron varias
décadas en encontrar su cumplimiento para el pueblo de Israel. El rey
Nabucodonosor sitió y arrasó Jerusalén varias veces a partir del año 605 a.C.
Saqueó el templo y la casa real, despedazó los utensilios de oro que había
hecho Salomón. Tomó miles de cautivos, los mejores y más nobles ciudadanos del
pueblo de Israel, soldados, artesanos, herreros… y “no quedó nadie, excepto la
gente pobre del país” (2 Rey. 24:14).
En medio de esta
hecatombe aparece el profeta Hananías (Jeremías. 28) ofreciendo la solución fácil y
halagadora: todo iba a restaurarse muy pronto y los cautivos regresarían en el
plazo de dos años. En realidad, era una falsa profecía, pues Jehová había
hablado a Jeremías con la verdadera revelación: una carta dirigida a los
ancianos expatriados, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los israelitas
en Babilonia. Allí se especifica que el cautiverio duraría setenta años (Jeremías.
29:10). Allí también se incluye la promesa maravillosa: “Porque yo sé los
pensamientos que tengo acerca de vosotros, pensamientos de paz y no de mal,
para daros el fin que esperáis” (versículo. 11).
Con frecuencia
nos desanimamos porque no viene la respuesta a nuestras oraciones y hasta nos
sentimos abandonados y sin estima propia. Sin embargo, los tiempos pertenecen a
Dios y él siempre sabe lo que es mejor para nosotros y cuándo debe
concedérnoslo. Reflexiona hoy en la promesa de que los pensamientos de Dios
para ti son de paz y no de mal, aunque la materialización parezca retrasarse.
Entretanto, busca al Señor, como dice la misma profecía: “Me invocaréis.
Vendréis y oraréis a mí, y yo os escucharé. Me buscaréis y me hallaréis, porque
me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jeremías. 29:12,13).
DEVOCIÓN MATUTINA
PARA ADULTOS 2020
UN CORAZÓN ALEGRE
Julián Melgosa y Laura Fidanza
Lecturas devocionales para Adultos 2020
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