«Moisés levantó la mano y golpeó dos veces la roca con el bastón, y brotó agua. Así la gente y el ganado se pusieron a beber». Números 20:11
-El pueblo de Israel había sido testigo del poder de Dios -comenzó la mamá hablando en el culto—. El Señor les había dado pan del cielo, rocas de las que salía abundante agua, la nube de día y la columna de fuego de noche, los cuido de animales venenosos, y sus ropas y sandalias no se gastaron. Todo ello daba evidencia de que Dios los acompañaba. De nuevo se encontraban cerca de la frontera de Canaán y Dios quiso probarlos. El agua que había estado fluyendo en abundancia dejó de brotar, y todos empezaron a tener sed. El pueblo fue con Moisés a quejarse y a echarle la culpa. Dios le dijo a Moisés que le hablara a la roca y saldría agua en abundancia. Moisés y Aarón ya eran ancianos, habían soportado mucho y estaban cansados. Moisés reunió al pueblo rebelde y delante de ellos golpeó la roca dos veces y salió agua. Pero no había seguido las instrucciones de Dios, pues Dios le había dicho que le hablara a la roca, no que la golpeara dos veces. La roca representaba a Jesús, que iba a ser herido una sola vez, por lo que dio un mal mensaje al pueblo y el castigo fue tanto para él como para Aarón: no entrarían a la tierra prometida. El castigo fue muy duro, pero su pecado fue más grande por ser los líderes.
¡Qué pena! ¡Tantos años dirigiendo al pueblo y no entrar en la tierra prometida! —lamento Susana.
-Qué triste que Moisés y Aarón no entraron a Canaán -añadió Mateo.
-Así es. Nosotros debemos ser fieles hasta el final de nuestras vidas para poder entrar en la tierra prometida -concluyó la mamá.
¿Sabías qué?
Antes de morir, a Moisés se le permitió contemplar la tierra prometida y ver el futuro del pueblo de Israel.
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