«Al ver los israelitas que Moisés tardaba en bajar del monte, se juntaron alrededor de Aarón y le dijeron: "Anda, haznos dioses que nos guíen, porque no sabemos qué le ha pasado a este Moisés que nos sacó de Egipto". Y Aarón les contestó: "Quítenles a sus mujeres, hijos e hijas, los aretes de oro que llevan en las orejas, y tráiganmelos aquí"» (Éxo. 32: 1-2).
Moisés había sido llamado a una sublime misión: subir al monte Sinaí para recibir el monumento divino de los Diez Mandamientos. Durante siglos después de esa experiencia de Moisés, millones de personas han peregrinado a ese mismo lugar para subir a la cima del monte. Han recibido la grata recompensa de unas vistas increíbles, pero la recompensa de Moisés en aquella ocasión fue muy diferente; sobrepasó toda expectativa humana. Sin embargo, mientras él estaba en la presencia del único y verdadero Dios, su ausencia fue para Israel un tiempo de prueba.
Dicen que el que espera desespera, y así les sucedió a los israelitas. Esperando el regreso de su líder, se desesperaron de incertidumbre respecto a lo que haría Dios. En lugar de buscar un conocimiento más claro de la voluntad divina, se acordaron de su antigua vida en Egipto y quisieron regresar a las costumbres paganas que habían conocido. «Entre los objetos considerados por los egipcios como símbolos de la divinidad estaba el becerro; y por indicación de los que habían practicado esta forma de idolatría en Egipto, hicieron un becerro y lo adoraron. El pueblo deseaba alguna imagen que representara a Dios y que ocupara ante ellos el lugar de Moisés» (Patriarcas y profetas, cap. 28, p. 288).
No solo el pueblo se desenfrenó; Aarón, el elegido para cuidar de esa congregación en ausencia de Moisés, también se dejó influenciar por las presiones de la mayoría. «Y el Señor envió una plaga sobre el pueblo por haber adorado al becerro que Aarón les hizo» (Éxo. 32:35). Pero Aarón no es diferente de ti y de mí. ¿Quién no ha construido sus propios becerros, sus imágenes fundidas al calor de un sentimiento erróneo, de un espejismo o de una desesperación? ¿Quién no ha tenido un ídolo, algo que ha ocupado el lugar de Dios en su corazón?
No te dejes influenciar por la multitud; no imites el pecado; no te desesperes porque no llega aún lo que estás esperando. Pídele a Dios que te aumente la fe y él lo hará.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA DAMAS 2020
UN DÍA A LA VEZ
Patricia Muñoz Bertozzi
Lecturas Devocionales para Mujeres 2020.
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