Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas (Isaías 43:2).
Mis recuerdos más gratos y mis experiencias más dramáticas son las que viví en el campo, en el rancho Little Rock, a orillas del Río Escondido, en la Costa Atlántica de Nicaragua. Allí tuve una niñez libre y silvestre, pero siempre sintiéndome una niña especial, aunque mi estilo de vida fuera muy sencillo y con muchas carencias. Una tarde cuando el sol desaparecía al otro lado del río, corrí hacia él, para traer mi última jicara de agua para la noche. Oscurecía y aunque crecí en el campo, albergaba temores a ciertos enemigos, como tigres, serpientes y fantasmas. Sentí que era una injusticia tener que ir al río tan tarde. Corrí desenfrenadamente por el camino angosto entre la vegetación, tratando de ver cualquiera de estos objetos de mis temores. Pronto fui sorprendida por una enorme serpiente enrollada en el centro del camino. Como iba tan rápido no pude frenar a tiempo para no acercarme. No tuve otra alternativa que saltar y caer al otro lado del reptil. Ahora sí estaba en problemas. Era un hecho que no podía volver por ese camino y no había otro accesible. Llegué al río, llené la jicara, miré «el monstruo del río» que ya había cobrado la vida de mi padre biológico, y pensé en la serpiente que me esperaba. Entonces empecé a gritar con todas mis fuerzas y nadie respondió. Estaba como a doscientos metros de distancia. Sentí temor de que la serpiente mordiera al que me fuera a buscar. Atormentada por la situación, de pronto apareció un joven que venía río arriba en una canoa; se sorprendió al verme gritando sobre las rocas. Ofreció trasladarme por el otro camino. Me llevó a casa sana y salva. Cuando le pregunté adonde iba, dijo que de pronto había decidido ir a visitar a una familia río abajo. Así trabaja Dios y sus ángeles. Desde que era muy pequeña Dios intervino muchas veces para salvar mi vida porque para él yo era una niña especial. Él tenía un propósito para mi vida. Amiga, reflexionemos en el trayecto de nuestra vida y recordemos las veces que el ángel del Señor nos ha defendido de muchos peligros. Alabado sea su nombre.
Mis recuerdos más gratos y mis experiencias más dramáticas son las que viví en el campo, en el rancho Little Rock, a orillas del Río Escondido, en la Costa Atlántica de Nicaragua. Allí tuve una niñez libre y silvestre, pero siempre sintiéndome una niña especial, aunque mi estilo de vida fuera muy sencillo y con muchas carencias. Una tarde cuando el sol desaparecía al otro lado del río, corrí hacia él, para traer mi última jicara de agua para la noche. Oscurecía y aunque crecí en el campo, albergaba temores a ciertos enemigos, como tigres, serpientes y fantasmas. Sentí que era una injusticia tener que ir al río tan tarde. Corrí desenfrenadamente por el camino angosto entre la vegetación, tratando de ver cualquiera de estos objetos de mis temores. Pronto fui sorprendida por una enorme serpiente enrollada en el centro del camino. Como iba tan rápido no pude frenar a tiempo para no acercarme. No tuve otra alternativa que saltar y caer al otro lado del reptil. Ahora sí estaba en problemas. Era un hecho que no podía volver por ese camino y no había otro accesible. Llegué al río, llené la jicara, miré «el monstruo del río» que ya había cobrado la vida de mi padre biológico, y pensé en la serpiente que me esperaba. Entonces empecé a gritar con todas mis fuerzas y nadie respondió. Estaba como a doscientos metros de distancia. Sentí temor de que la serpiente mordiera al que me fuera a buscar. Atormentada por la situación, de pronto apareció un joven que venía río arriba en una canoa; se sorprendió al verme gritando sobre las rocas. Ofreció trasladarme por el otro camino. Me llevó a casa sana y salva. Cuando le pregunté adonde iba, dijo que de pronto había decidido ir a visitar a una familia río abajo. Así trabaja Dios y sus ángeles. Desde que era muy pequeña Dios intervino muchas veces para salvar mi vida porque para él yo era una niña especial. Él tenía un propósito para mi vida. Amiga, reflexionemos en el trayecto de nuestra vida y recordemos las veces que el ángel del Señor nos ha defendido de muchos peligros. Alabado sea su nombre.
Conny Christían
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.
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