En aquel mismo día tomo Josué a Maceda, y la hirió a filo de espada, y mató a su rey; por completo los destruyó, con todo lo que en ella tenía vida, sin dejar nada; e hizo al rey de Maceda como había hecho al rey de Jericó. Josué 10:28
La conquista de Canaán fue una epopeya realizada con la intervención directa de Dios. En la batalla con la confederación de cinco reyes ocurrieron hechos verdaderamente asombrosos. La batalla se alargaba. Los enemigos estaban a punto de entrar en la ciudad fortificada de Maceda. Pero, por razones que no entendemos, era necesario terminar la batalla ese día. Dios y sus ángeles intervinieron en la batalla (Jos. 10: 11). Sin embargo, como no alcanzaba el tiempo y el sol estaba declinando, Dios obró un portento: «Y el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero» (10:13). Finalmente, la batalla terminó, como siempre, con una gloriosa victoria de Dios y su pueblo. Siempre se asombra uno cuando lee estas declaraciones: «Y no hubo día como aquel, ni antes ni después de él, habiendo atendido Jehová a la voz de un hombre; porque Jehová peleaba por Israel» (Jos. 10:14).
Esta es una repetición de la promesa que Moisés, en nombre de Dios, hizo al pueblo de Israel cuando temblaban de miedo, arrinconados frente al mar, y con el ejército del faraón, con toda su furia, a sus espaldas, decidido a destruirlos. Él dijo: «No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos» (Éxo. 14:13,14).
¡Qué maravillosa promesa es esta para nuestras luchas diarias contra Satanás y la tentación! Cada vez que el enemigo lanza sus ataques contra nosotros, Jesús se halla a nuestro lado en las trincheras. Lo único que pide es que nos escondamos detrás de su manto y permitamos que sea él quien pelee las batallas por nosotros. Por eso Pablo nos recuerda: «Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas» (2 Cor. 10: 4).
Dios no solamente pelea las batallas por nosotros, sino que nos da también en Jesucristo el equipamiento necesario para vencer. Jesús está ahora en el santuario celestial peleando batallas por cada uno de sus hijos. Dios anhela que nosotros confiemos plenamente en su perdón, que es el arma más efectiva para derrotar al enemigo. Toma hoy la decisión. Confía en Aquel que pelea todas tus batallas y que jamás perderá una sola. Cualquier batalla que entables hoy podrás ganarla si decides aferrarse al gran Capitán divino.
Tomado de la matutina Siempre Gozosos
La conquista de Canaán fue una epopeya realizada con la intervención directa de Dios. En la batalla con la confederación de cinco reyes ocurrieron hechos verdaderamente asombrosos. La batalla se alargaba. Los enemigos estaban a punto de entrar en la ciudad fortificada de Maceda. Pero, por razones que no entendemos, era necesario terminar la batalla ese día. Dios y sus ángeles intervinieron en la batalla (Jos. 10: 11). Sin embargo, como no alcanzaba el tiempo y el sol estaba declinando, Dios obró un portento: «Y el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero» (10:13). Finalmente, la batalla terminó, como siempre, con una gloriosa victoria de Dios y su pueblo. Siempre se asombra uno cuando lee estas declaraciones: «Y no hubo día como aquel, ni antes ni después de él, habiendo atendido Jehová a la voz de un hombre; porque Jehová peleaba por Israel» (Jos. 10:14).
Esta es una repetición de la promesa que Moisés, en nombre de Dios, hizo al pueblo de Israel cuando temblaban de miedo, arrinconados frente al mar, y con el ejército del faraón, con toda su furia, a sus espaldas, decidido a destruirlos. Él dijo: «No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos» (Éxo. 14:13,14).
¡Qué maravillosa promesa es esta para nuestras luchas diarias contra Satanás y la tentación! Cada vez que el enemigo lanza sus ataques contra nosotros, Jesús se halla a nuestro lado en las trincheras. Lo único que pide es que nos escondamos detrás de su manto y permitamos que sea él quien pelee las batallas por nosotros. Por eso Pablo nos recuerda: «Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas» (2 Cor. 10: 4).
Dios no solamente pelea las batallas por nosotros, sino que nos da también en Jesucristo el equipamiento necesario para vencer. Jesús está ahora en el santuario celestial peleando batallas por cada uno de sus hijos. Dios anhela que nosotros confiemos plenamente en su perdón, que es el arma más efectiva para derrotar al enemigo. Toma hoy la decisión. Confía en Aquel que pelea todas tus batallas y que jamás perderá una sola. Cualquier batalla que entables hoy podrás ganarla si decides aferrarse al gran Capitán divino.
Tomado de la matutina Siempre Gozosos
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