Procurad, pues, los dones mejores. Más yo os muestro un camino más excelente. 1 Corintios 12:31
Uno de los temas abordados en la primera de las epístolas de Pablo a los cristianos de Corinto es el debido empleo de los dones espirituales. Son objeto de análisis, sobre todo, en el capítulo 12. Los dones espirituales son impartidos por el Espíritu Santo para la edificación de la iglesia, con el propósito de que llegue a un estado de perfección y unidad en Cristo. «Los que sirven directamente al propósito principal de la iglesia, la predicación del evangelio, y que contribuyen más a la edificación general, sin duda son considerados como los más importantes» (Comentario bíblico adventista, t. 6, pp. 771, 772). Aquí van, sin duda, los dones de profecía, de pastorado, de enseñanza, de administración y de operación de milagros. Sin embargo, para los fines anunciados —edificar a la iglesia y predicar el evangelio—, el apóstol afirma que hay «un camino más excelente». Ese camino más excelente el camino del amor, que es el tema del capítulo 13, donde se presenta una exposición magistral e inspirada del amor cristiano. Como dice al principio de ese capítulo del amor, ¿de qué sirve predicar con una lengua angelical, sin tener el amor de Cristo? De nada. Es como el sonido molesto del címbalo, que no tiene modulaciones ni puede producir melodía. ¿De qué sirve ser profeta y conocer todos los misterios y abarcar todo el conocimiento, sin amor? De nada. En otra parte dice que es como «el crepitar de los espinos debajo de la olla». ¿De qué sirve ser filántropo y muy generoso, sin el amor de Cristo? De nada. Un cristiano que no tenga ninguno de esos dones, pero que tenga el amor de Cristo en su corazón, será una bendición para todas las personas con las que se encuentre, y puede ser poderoso en la predicación del evangelio. Ese es el camino más excelente que Pablo recomendaba a los corintios y a nosotros. Debemos procurar los mejores dones espirituales. Debemos prepararnos en toda forma posible para ser útiles en las manos de Dios. Debemos llegar a ser lumbreras por nuestra elocuencia, por nuestro poder para sanar enfermos y por nuestro dominio de las lenguas antiguas y modernas. Eso debemos ser, si podemos. Debemos procurar obtener esos dones, en la medida de lo posible. Pero siempre debemos tener claro en nuestra mente que el camino más excelente para llevar a cabo la obra de Dios fuera y dentro de nosotros es el amor. Procura andar hoy por el camino más excelente del amor de Cristo.
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos
Uno de los temas abordados en la primera de las epístolas de Pablo a los cristianos de Corinto es el debido empleo de los dones espirituales. Son objeto de análisis, sobre todo, en el capítulo 12. Los dones espirituales son impartidos por el Espíritu Santo para la edificación de la iglesia, con el propósito de que llegue a un estado de perfección y unidad en Cristo. «Los que sirven directamente al propósito principal de la iglesia, la predicación del evangelio, y que contribuyen más a la edificación general, sin duda son considerados como los más importantes» (Comentario bíblico adventista, t. 6, pp. 771, 772). Aquí van, sin duda, los dones de profecía, de pastorado, de enseñanza, de administración y de operación de milagros. Sin embargo, para los fines anunciados —edificar a la iglesia y predicar el evangelio—, el apóstol afirma que hay «un camino más excelente». Ese camino más excelente el camino del amor, que es el tema del capítulo 13, donde se presenta una exposición magistral e inspirada del amor cristiano. Como dice al principio de ese capítulo del amor, ¿de qué sirve predicar con una lengua angelical, sin tener el amor de Cristo? De nada. Es como el sonido molesto del címbalo, que no tiene modulaciones ni puede producir melodía. ¿De qué sirve ser profeta y conocer todos los misterios y abarcar todo el conocimiento, sin amor? De nada. En otra parte dice que es como «el crepitar de los espinos debajo de la olla». ¿De qué sirve ser filántropo y muy generoso, sin el amor de Cristo? De nada. Un cristiano que no tenga ninguno de esos dones, pero que tenga el amor de Cristo en su corazón, será una bendición para todas las personas con las que se encuentre, y puede ser poderoso en la predicación del evangelio. Ese es el camino más excelente que Pablo recomendaba a los corintios y a nosotros. Debemos procurar los mejores dones espirituales. Debemos prepararnos en toda forma posible para ser útiles en las manos de Dios. Debemos llegar a ser lumbreras por nuestra elocuencia, por nuestro poder para sanar enfermos y por nuestro dominio de las lenguas antiguas y modernas. Eso debemos ser, si podemos. Debemos procurar obtener esos dones, en la medida de lo posible. Pero siempre debemos tener claro en nuestra mente que el camino más excelente para llevar a cabo la obra de Dios fuera y dentro de nosotros es el amor. Procura andar hoy por el camino más excelente del amor de Cristo.
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos
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