Y le vieron todos lo que habitaban en Lidia y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor. Hechos 9: 35
¿Puede toda una ciudad ser transformada por el poder del evangelio? El libro los Hechos de los Apóstoles dice que sí. Según nuestro texto de hoy, al menos una ciudad fue transformada: Lidia. Mejor todavía, ¿te gustaría saber qué se debe hacer para ver una ciudad transformada? Hay cuatro principios que los líderes cristianos deben tener en cuenta si quieren ver toda una ciudad transformada: una ciudad sin cantinas, porque ya no haya alcohólicos; sin pobres, porque no haya delincuentes; donde no se vendan cigarrillos, porque no haya fumadores; sin cárceles, porque ya no haya malhechores. Parece un sueño, ¿verdad? Según la Biblia, eso ya ocurrió. ¿Qué podemos hacer para que se repita? En primer lugar, en Lidia, la ciudad que fue transformada, los creyentes se unieron en oración. En muchos lugares de nuestra época se han abierto centros —iglesias, escuelas, negocios, talleres y otros— de influencia y de oración intercesora. Conocí hace años un taller mecánico donde, al mediodía, el dueño del taller, quien era cristiano, se reunía con todos sus empleados y otros creyentes para orar por los inconversos. En segundo lugar, humildad. Dios bendice y usa con poder a los hombres y las mujeres que reconocen que necesitan de los demás. Saben que no son suficientes y procuran trabajar en equipo, sin buscar gloria y honor para sí. El salmista declaró que Dios quiere encaminar a los humildes por el juicio y enseñar a los mansos su carrera (Sal. 25: 9). Dios bendice a los líderes y a los miembros que no procuran ser el centro de atención. En tercer lugar, unidad. Dios llama a su pueblo a vivir en unidad. El espíritu de independencia, orgullo y egoísmo impide que se cumpla el propósito de Cristo. Nuestro Señor oró así antes de volver a su Padre: «Que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste» (Juan 17: 23). En cuarto lugar, conocimiento de los métodos de Dios. Siempre existe el peligro de realizar la obra con la sabiduría humana y no con la divina. Un ejemplo típico es el método de David para trasladar el arca del pacto a la ciudad de Jerusalén. Usó un carro en lugar de los hombros de los sacerdotes. Todos conocemos los resultados. ¿Deseas ver tu ciudad convertida? Ora esta mañana por tu ciudad. Haz de tu residencia o de tu lugar de trabajo un centro de intercesión por la salvación de los perdidos.
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos
¿Puede toda una ciudad ser transformada por el poder del evangelio? El libro los Hechos de los Apóstoles dice que sí. Según nuestro texto de hoy, al menos una ciudad fue transformada: Lidia. Mejor todavía, ¿te gustaría saber qué se debe hacer para ver una ciudad transformada? Hay cuatro principios que los líderes cristianos deben tener en cuenta si quieren ver toda una ciudad transformada: una ciudad sin cantinas, porque ya no haya alcohólicos; sin pobres, porque no haya delincuentes; donde no se vendan cigarrillos, porque no haya fumadores; sin cárceles, porque ya no haya malhechores. Parece un sueño, ¿verdad? Según la Biblia, eso ya ocurrió. ¿Qué podemos hacer para que se repita? En primer lugar, en Lidia, la ciudad que fue transformada, los creyentes se unieron en oración. En muchos lugares de nuestra época se han abierto centros —iglesias, escuelas, negocios, talleres y otros— de influencia y de oración intercesora. Conocí hace años un taller mecánico donde, al mediodía, el dueño del taller, quien era cristiano, se reunía con todos sus empleados y otros creyentes para orar por los inconversos. En segundo lugar, humildad. Dios bendice y usa con poder a los hombres y las mujeres que reconocen que necesitan de los demás. Saben que no son suficientes y procuran trabajar en equipo, sin buscar gloria y honor para sí. El salmista declaró que Dios quiere encaminar a los humildes por el juicio y enseñar a los mansos su carrera (Sal. 25: 9). Dios bendice a los líderes y a los miembros que no procuran ser el centro de atención. En tercer lugar, unidad. Dios llama a su pueblo a vivir en unidad. El espíritu de independencia, orgullo y egoísmo impide que se cumpla el propósito de Cristo. Nuestro Señor oró así antes de volver a su Padre: «Que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste» (Juan 17: 23). En cuarto lugar, conocimiento de los métodos de Dios. Siempre existe el peligro de realizar la obra con la sabiduría humana y no con la divina. Un ejemplo típico es el método de David para trasladar el arca del pacto a la ciudad de Jerusalén. Usó un carro en lugar de los hombros de los sacerdotes. Todos conocemos los resultados. ¿Deseas ver tu ciudad convertida? Ora esta mañana por tu ciudad. Haz de tu residencia o de tu lugar de trabajo un centro de intercesión por la salvación de los perdidos.
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos
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