¿Hay alguien todavía que no sepa que Dios lo hizo todo con su mano? En su mano está la vida de todo ser viviente. Job 12; 9,10.
Cuando empieza el curso mis alumnos saben que es la hora de buscar orugas de mariposa monarca. Buscar esas orugas a franjas amarillas, negras y blancas es muy adictivo. No importa cuántas encuentres, siempre esperas descubrir una más. Ponemos los gusanos en un acuario. Luego les ponemos unas ramitas para que puedan trepar un poco de planta de algodoncillo para que coman. El toque final es una pantalla que impide que los gusanos se escapen. Cada día retiramos las plantas de algodoncillo secas y la sustituimos por otras frescas. Las orugas comen y crecen constantemente. El instinto les dice que trepen hada la parte de arriba del acuario. Una vez allí, tejen un botón de seda sobre la pantalla, se enganchan a la seda con el gancho posterior y se cuelgan cabeza abajo tomando la forma de una J. A medida que pasan las horas, las orugas empiezan a dejar caer la cabeza y se enderezan. Luego, si tienes suerte, verás que sucede algo impresionante. Una de las orugas empezará a hincharse hasta que se le rasga la piel. Con movimientos de vaivén el gusano verde empuja hacia arriba su antigua piel y la recoge junto a los ganchos de su parte trasera. Justo antes de que la piel se retire completamente, sale un nuevo gancho, llamado cremáster, que fija a la criatura verde en el botón de seda. La oruga se suelta de la antigua piel y vuelve a su movimiento de vaivén hasta que la piel a rayas cae al fondo del acuario. Entonces, todo su cuerpo adopta una forma adecuada y, en pocos minutos, un caparazón duro envuelve al gusano dándole una nueva casa, llamada crisálida. Si cerca de tu casa tienes algodoncillo, mira a ver si puedes encontrar orugas de monarca para disfrutar viendo cómo obra el poder creador de Dios.
Tomado de la Matutina el Viaje Increíble.
Cuando empieza el curso mis alumnos saben que es la hora de buscar orugas de mariposa monarca. Buscar esas orugas a franjas amarillas, negras y blancas es muy adictivo. No importa cuántas encuentres, siempre esperas descubrir una más. Ponemos los gusanos en un acuario. Luego les ponemos unas ramitas para que puedan trepar un poco de planta de algodoncillo para que coman. El toque final es una pantalla que impide que los gusanos se escapen. Cada día retiramos las plantas de algodoncillo secas y la sustituimos por otras frescas. Las orugas comen y crecen constantemente. El instinto les dice que trepen hada la parte de arriba del acuario. Una vez allí, tejen un botón de seda sobre la pantalla, se enganchan a la seda con el gancho posterior y se cuelgan cabeza abajo tomando la forma de una J. A medida que pasan las horas, las orugas empiezan a dejar caer la cabeza y se enderezan. Luego, si tienes suerte, verás que sucede algo impresionante. Una de las orugas empezará a hincharse hasta que se le rasga la piel. Con movimientos de vaivén el gusano verde empuja hacia arriba su antigua piel y la recoge junto a los ganchos de su parte trasera. Justo antes de que la piel se retire completamente, sale un nuevo gancho, llamado cremáster, que fija a la criatura verde en el botón de seda. La oruga se suelta de la antigua piel y vuelve a su movimiento de vaivén hasta que la piel a rayas cae al fondo del acuario. Entonces, todo su cuerpo adopta una forma adecuada y, en pocos minutos, un caparazón duro envuelve al gusano dándole una nueva casa, llamada crisálida. Si cerca de tu casa tienes algodoncillo, mira a ver si puedes encontrar orugas de monarca para disfrutar viendo cómo obra el poder creador de Dios.
Tomado de la Matutina el Viaje Increíble.
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