martes, 22 de septiembre de 2009

ARMADOS PARA L A BATALLA

Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.1 Timoteo 6: 12

Este es uno de los consejos más solemnes dados por el apóstol Pablo a Timoteo y, a través de él, a todos los cristianos. ¿Qué es «la buena batalla de la fe»? El apóstol da otro consejo a los creyentes de Éfeso que puede ayudarnos a comprender quienes son los enemigos contra quienes debemos enfrentarnos en batalla: Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. V tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Kfe. 6:14-17). El apóstol compara frecuentemente la vida cristiana con los concursos de atletismo, que eran tan comunes en su tiempo como en los nuestros. La victoria era el resultado de una perseverancia resuelta y de un rígido dominio propio. Pablo también comparaba la vida cristiana con una batalla. La batalla tipológica de la fe es la lucha de Jacob con el ángel junto al río Jaboc, cuando venía de Padan-aram. Allí luchó, en primer lugar, por su vida presente; pero también lo hizo por su vida eterna. Cuando comenzó la lucha, pensó que su atacante era un enemigo humano; por eso luchó para salir victorioso, con todas sus fuerzas. Sin embargo, cuando se dio cuenta que su oponente era «Dios» (Gen. 32: 30), luchó por su vida eterna. Un enemigo humano puede ser vencido luchando contra él con todas nuestras fuerzas. Pero con Dios solo podemos luchar por la fe; por eso se habla de la batalla de la fe. Después de la victoria de Jacob, Dios le dijo al patriarca: «Has luchado con Dios y con los hombres y has vencido» (Gen. 32:28). Podemos vencer a Dios como lo venció Jacob: mediante la fe que se aferra a las promesas del Señor. Aunque Satanás quiera separarnos de Dios por causa de nuestros pecados, Dios no podrá rechazarnos, porque él nunca rechaza al humilde y contrito que reconoce sus faltas y pide perdón y misericordia. Estos son los vencedores de Dios. Pongámonos toda la armadura de Dios para poder pelear la buena batalla de la fe con éxito. Necesitamos con urgencia la coraza de la justicia de Cristo, el calzado del evangelio de la paz y el escudo de la fe. Así podremos hacer lo que hizo Jacob. «Se asirán del poder de Dios, como Jacob se asió del ángel, y el lenguaje de su alma será: "No te dejaré si no me bendices"» (Patriarcas y profetas, p. 200).

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.

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