Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letra y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús. Hechos 4: 13.
Regresaba a mi país después de terminar mis estudios en el seminario teológico. En el mismo autobús, y sentado en el asiento de al lado, venía un compañero de estudios. El tiempo no alcanzaba para conversar de todo lo que la explosión de la vida estudiantil que acabábamos de terminar nos sugería. Me contó una anécdota que acababa de experimentar en el restaurante donde el autobús se había detenido para que los pasajeros almorzáramos.
Cuando se dispuso a pagar, la señorita que atendía la caja le dijo:
—Joven, usted va a pasar en el autobús por Nicaragua, ¿verdad?
—Sí —replicó mi compañero.
Entonces ella le pidió encarecidamente que le entregara a su mamá una cartita que contenía dinero, cuando pasara por ese país. Mi compañero aceptó, pero pronto comentó a temer que pudiera haber algo ilegal dentro de aquel sobre y que tuviera problemas en la frontera. Así es que se dispuso a abrir el sobre con el dinero que la joven le había entregado. Pero además sacó la carta para comprobar que era cierto que la joven mandaba aquel dinero para su madre. Sus ojos se detuvieron en las primeras líneas de la carta, que decían: «Querida mamá, espero que te encuentres bien. Decidí mandarte esta cartita y el dinero con este joven porque observé su comportamiento en el restaurante. Fue muy paciente cuando la gente se le colaba. Siempre se mostraba muy sonriente con las personas que le servían, y dejó su mesa completamente limpia cuando se levantó. De inmediato supuse que era cristiano y que este sobre no podía estar en mejores manos».
Mi compañero había sido analizado y evaluado sin que lo supiera. La joven cajera pensó que solo un cristiano podía comportarse así. Debemos saber que siempre hay alguien que observa nuestro comportamiento. ¿Qué han visto quienes te han observado? ¿Han llegado a la conclusión de que has estado con Jesús? Cuando los dirigentes religiosos observaron a Pedro y a Juan, llegaron a la conclusión inevitable: «Estos han estado con Jesús». ¿Han llegado otros a la misma conclusión después de observar tu conducta? ¿Cómo nos ven los demás?
Dar un poco más de lo que tu horario exige, llegar un poco antes e irte un poco más tarde de tu trabajo, son, en realidad, pequeños milagros que haces a diario, y que tienen una sola explicación: ¡Has estado con Jesús!
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.
Regresaba a mi país después de terminar mis estudios en el seminario teológico. En el mismo autobús, y sentado en el asiento de al lado, venía un compañero de estudios. El tiempo no alcanzaba para conversar de todo lo que la explosión de la vida estudiantil que acabábamos de terminar nos sugería. Me contó una anécdota que acababa de experimentar en el restaurante donde el autobús se había detenido para que los pasajeros almorzáramos.
Cuando se dispuso a pagar, la señorita que atendía la caja le dijo:
—Joven, usted va a pasar en el autobús por Nicaragua, ¿verdad?
—Sí —replicó mi compañero.
Entonces ella le pidió encarecidamente que le entregara a su mamá una cartita que contenía dinero, cuando pasara por ese país. Mi compañero aceptó, pero pronto comentó a temer que pudiera haber algo ilegal dentro de aquel sobre y que tuviera problemas en la frontera. Así es que se dispuso a abrir el sobre con el dinero que la joven le había entregado. Pero además sacó la carta para comprobar que era cierto que la joven mandaba aquel dinero para su madre. Sus ojos se detuvieron en las primeras líneas de la carta, que decían: «Querida mamá, espero que te encuentres bien. Decidí mandarte esta cartita y el dinero con este joven porque observé su comportamiento en el restaurante. Fue muy paciente cuando la gente se le colaba. Siempre se mostraba muy sonriente con las personas que le servían, y dejó su mesa completamente limpia cuando se levantó. De inmediato supuse que era cristiano y que este sobre no podía estar en mejores manos».
Mi compañero había sido analizado y evaluado sin que lo supiera. La joven cajera pensó que solo un cristiano podía comportarse así. Debemos saber que siempre hay alguien que observa nuestro comportamiento. ¿Qué han visto quienes te han observado? ¿Han llegado a la conclusión de que has estado con Jesús? Cuando los dirigentes religiosos observaron a Pedro y a Juan, llegaron a la conclusión inevitable: «Estos han estado con Jesús». ¿Han llegado otros a la misma conclusión después de observar tu conducta? ¿Cómo nos ven los demás?
Dar un poco más de lo que tu horario exige, llegar un poco antes e irte un poco más tarde de tu trabajo, son, en realidad, pequeños milagros que haces a diario, y que tienen una sola explicación: ¡Has estado con Jesús!
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.
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