Les aseguro que todo lo que no hicieron por el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron por mi (Mateo 25:45).
La bondad en términos prácticos es nuestra inclinación para hacer bien a otros. Dios fue movido a bondad para con nosotros y por eso no escatimó ningún esfuerzo para nuestro bien. Ahora, el tiempo es nuestro enemigo. El amor de muchos se enfría, dice la Escritura, y desaparece el deseo de ayudar y aliviar a las personas necesitadas. El amor proviene de Dios, y si nuestra relación con él anda mal no será mejor con los que nos rodean.
En la vida de Jesús vemos su servicio a favor de aquellos que lo necesitaban. Aunque no todos reconocieron su necesidad. El estuvo allí para aquellos que reconocían sus carencias. Vivió para servir a pecadores, pobres, tristes, hambrientos, ciegos, sordos, mudos, endemoniados, enlutados, enfermos, orgullosos, desesperanzados, ignorantes de los celestial. ¡Maravilloso ejemplo! Ejemplo que deberíamos seguir todas, pues, Jesús se gozaba al mitigar el dolor y la necesidad de sus semejantes.
La bondad de Dios nos debería motivar a ser más compasivas entre nosotras. Estemos pendiente de lo que hacemos y no sigamos enfrascadas en nuestros propios deleites y ocupaciones. Miremos mas allá para no ser sorprendidas cuando el Maestro diga: «Porque tuve hambre, y ustedes no me dieron nada de comer; tuve sed, y no me dieron nada de beber» (Mat. 25:42). Cada día hay alguien que necesita de ti. Hay un hijo de Dios frente a tus ojos. Puedes seguir de largo, posponer esa visita y esa palabra de ánimo, dejar para más tarde tu presencia, no creer importante esa ayuda.
Únicamente tú tienes la respuesta de cual será hoy tu actitud hacia los demás. Hoy puedes decidir inclinarte a hacer el bien por amor a Aquel que expresó su bondad en el sacrificio de su Hijo. De tal manera que el Maestro pueda decirte: «Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mi» (Mat. 25:40).
La bondad en términos prácticos es nuestra inclinación para hacer bien a otros. Dios fue movido a bondad para con nosotros y por eso no escatimó ningún esfuerzo para nuestro bien. Ahora, el tiempo es nuestro enemigo. El amor de muchos se enfría, dice la Escritura, y desaparece el deseo de ayudar y aliviar a las personas necesitadas. El amor proviene de Dios, y si nuestra relación con él anda mal no será mejor con los que nos rodean.
En la vida de Jesús vemos su servicio a favor de aquellos que lo necesitaban. Aunque no todos reconocieron su necesidad. El estuvo allí para aquellos que reconocían sus carencias. Vivió para servir a pecadores, pobres, tristes, hambrientos, ciegos, sordos, mudos, endemoniados, enlutados, enfermos, orgullosos, desesperanzados, ignorantes de los celestial. ¡Maravilloso ejemplo! Ejemplo que deberíamos seguir todas, pues, Jesús se gozaba al mitigar el dolor y la necesidad de sus semejantes.
La bondad de Dios nos debería motivar a ser más compasivas entre nosotras. Estemos pendiente de lo que hacemos y no sigamos enfrascadas en nuestros propios deleites y ocupaciones. Miremos mas allá para no ser sorprendidas cuando el Maestro diga: «Porque tuve hambre, y ustedes no me dieron nada de comer; tuve sed, y no me dieron nada de beber» (Mat. 25:42). Cada día hay alguien que necesita de ti. Hay un hijo de Dios frente a tus ojos. Puedes seguir de largo, posponer esa visita y esa palabra de ánimo, dejar para más tarde tu presencia, no creer importante esa ayuda.
Únicamente tú tienes la respuesta de cual será hoy tu actitud hacia los demás. Hoy puedes decidir inclinarte a hacer el bien por amor a Aquel que expresó su bondad en el sacrificio de su Hijo. De tal manera que el Maestro pueda decirte: «Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mi» (Mat. 25:40).
Lorena P. de Fernández
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
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