¡Pongamos a uno de jefe y volvamos a Egipto! Números 14:4.
El pueblo de Dios estaba a las puertas de la Tierra Prometida. Dios estaba a punto de hacerlo entrar. Pero los israelitas vieron los gigantes del país y dijeron: «Nos volvemos a Egipto».
Estuvieron dispuestos a empezar su viaje hacia Canaán, pero después de andar por el desierto durante unas pocas semanas decidieron que, al fin y al cabo, trabajar para el Faraón no era tan malo. A algunos se les ocurrió la idea de volver a Gosén. Pero se olvidaron de un detalle impórtate. Sin Dios, estarían muertos en cosa de días.
Los israelitas habían estado tan ocupados quejándose que se habían olvidado de todo lo que Dios había hecho por mantenerlos con vida. Envió una nube que los protegiera del intenso calor del sol. Por la noche los calentaba con una columna de fuego.
Además, les proporcionaba comida y agua. Se calcula que, para mantener un grupo de esas medidas, se necesitaban 1,500 toneladas de comida y 44 millones de litros de agua.
Si has leído con atención el Antiguo Testamento, sabrás que el comportamiento de Israel seguía un modelo constante. Durante un tiempo, los israelitas seguían a Dios, se desviaban y adoraban a los ídolos, se metían en problemas y regresaban a Dios. Y el ciclo volvía a empezar.
¿Qué hacía que rechazasen una y otra vez a Dios? No eran los atractivos de los cultos paganos, sino su ingratitud. Si hubiesen estado agradecidos por todo lo que él había hecho por ellos su fe habría aumentado y los ídolos no habrían sido una tentación.
Cuando reconozcamos la bondad de Dios para con nosotros, nuestra fe también crecerá. El pecado perderá todo su atractivo y no pareceremos más a Jesús.
Podemos quejarnos por lo que nos toca sufrir en la vida o podemos estar agradecidos. Nuestra elección marcará la diferencia.
Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.
El pueblo de Dios estaba a las puertas de la Tierra Prometida. Dios estaba a punto de hacerlo entrar. Pero los israelitas vieron los gigantes del país y dijeron: «Nos volvemos a Egipto».
Estuvieron dispuestos a empezar su viaje hacia Canaán, pero después de andar por el desierto durante unas pocas semanas decidieron que, al fin y al cabo, trabajar para el Faraón no era tan malo. A algunos se les ocurrió la idea de volver a Gosén. Pero se olvidaron de un detalle impórtate. Sin Dios, estarían muertos en cosa de días.
Los israelitas habían estado tan ocupados quejándose que se habían olvidado de todo lo que Dios había hecho por mantenerlos con vida. Envió una nube que los protegiera del intenso calor del sol. Por la noche los calentaba con una columna de fuego.
Además, les proporcionaba comida y agua. Se calcula que, para mantener un grupo de esas medidas, se necesitaban 1,500 toneladas de comida y 44 millones de litros de agua.
Si has leído con atención el Antiguo Testamento, sabrás que el comportamiento de Israel seguía un modelo constante. Durante un tiempo, los israelitas seguían a Dios, se desviaban y adoraban a los ídolos, se metían en problemas y regresaban a Dios. Y el ciclo volvía a empezar.
¿Qué hacía que rechazasen una y otra vez a Dios? No eran los atractivos de los cultos paganos, sino su ingratitud. Si hubiesen estado agradecidos por todo lo que él había hecho por ellos su fe habría aumentado y los ídolos no habrían sido una tentación.
Cuando reconozcamos la bondad de Dios para con nosotros, nuestra fe también crecerá. El pecado perderá todo su atractivo y no pareceremos más a Jesús.
Podemos quejarnos por lo que nos toca sufrir en la vida o podemos estar agradecidos. Nuestra elección marcará la diferencia.
Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.
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