viernes, 4 de diciembre de 2009

EL PUNTO DE PARTIDA PARA UNA VIDA VICTORIOSA

Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia. Romanos 5: 20.

Hace algunos años tuve el placer de encontrarme con un hermano pertenecíente a una iglesia en la que, tiempo atrás, yo había realizado una campanil de evangelización. Después de saludarlo, le pregunté cómo le iban las cosas y cómo marchaba la iglesia. Con un rostro lleno de satisfacción, me dijo: «Estamos bien. Tenemos un nuevo pastor, y este sí cambiará la iglesia. Denuncia el pecado por su nombre. Claramente nos dice que andamos mal, que de seguir así Dios nos abandonará. Nos ha explicado que si queremos que Dios nos ame, debemos ser perfectos como lo fue Jesús».
¿Qué es realmente lo que puede llevar a una persona a vivir una vida de obediencia? ¿Decirle que Dios es un amo duro y exigente que solo está esperando que fallemos para condenarnos? ¿O decirle que, aunque fallemos, él nos ama de tal modo que su mensaje salvador para el pecador es: «Ni yo te condeno, vete y no peques más»?
El mensaje de la Biblia es meridiano cuando declara que el método de Dios para guiarnos a abandonar el pecado es su misericordia. La suya es una misericordia incansable que da una y otra oportunidad, y después otra y otra más. Su misericordia es tal que si siete veces al día pecase yo contra él, siempre me da su perdón y me llama hijo suyo.
No es fácil aceptar el amor increíblemente expansivo de Dios. Él nos ama de forma "agresiva". El poeta Francis Thompson, ex adicto al opio, escribió acerca de su encuentro salvador con el Señor. Describió a Dios como el «Sabueso del cielo», que lo perseguía por cada vericueto y callejón de su vida y de su mente hasta que se rindió a Cristo y finalmente encontró la paz. Si huyes de Dios, él emprenderá tu persecución. Si procuras evitarlo, él perseverará tras de ti, y aunque te escondas, te encontrará.
Entender cuánto me ama Dios y que no está dispuesto a perderme porque le costé la sangre de su Hijo es el veneno más poderoso contra el deseo de pecar. Ese pensamiento despierta el deseo de obedecer, la sumisión, el amor, la lealtad y la devoción a Dios. Su gracia es lo único que habilita para no rendirse al pecado.
Te invito a reflexionar hoy en la maravillosa gracia divina. La gracia de Jesús te hará vencedor.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario