Quien me ofrece su gratitud, me honra; al que enmiende su conducta le mostraré mi salvación (Salmo 50:23).
En el mes de julio del año 2005 se presentó una serie de temas bíblicos sobre mayordomía en la iglesia a la que asistíamos mi esposo y yo. El pastor nos habló de la importancia de la fidelidad no solamente en los diezmos sino en las ofrendas hacia nuestro Dios. Aunque siempre habíamos sido fieles en los diezmos no había en nosotros un compromiso igual con las ofrendas.
En su último sermón el pastor lanzó un reto: devolver al Señor una cantidad igual a la del diezmo como ofrenda. Mi esposo y yo aceptamos. ¿Cómo no confía en Dios después de que habíamos recibido tantas bendiciones? Este pacto con él tenía un solo lado ganador: nosotros. Finalmente Dios no necesita nuestro dinero y nosotros sí necesitamos de él.
Empezamos el mismo mes de julio. Sin embargo, al siguiente mes a mi esposo lo liquidaron después de diez años de trabajar. De un día para otro lo único seguro que teníamos era la liquidación de mi esposo; aunque no teníamos deudas si había muchos gastos.
Yo me preguntaba si debíamos cumplir con el pacto que habíamos hecho. Un día, mientras estudiaba con mi esposo la lección de Escuela Sabática, le pregunté qué decisión tomar. Él también lo había pensado y llegamos al a misma conclusión: habíamos hecho un pacto con Dios y debíamos cumplir.
Terminamos de estudiar y de orar, ya más tranquilos por la decisión que habíamos tomado. Pasaron cinco minutos cuando sonó el teléfono. Era una empleada de la empresa para avisarle que se había tomado la decisión de pagarle a mi esposo los tres meses de renta que le quedaban al contrato. Esta cantidad de dinero equivalía a más de la mitad de la ofrenda que habíamos decidió dar. ¡Dios nos había regresado la ofrenda aun antes de habérsela dado! Pero eso no es todo.
En los once meses que mi esposo no tuvo trabajo recibió dinero de parte de la empresa que lo liquidó. Nunca nos falto nada. Incluso nuestros ahorramos que teníamos para comprar una casa no se vieron afectados. Dios confirmó nuestro pacto y derramó bendiciones. Amiga, te invito a que inviertas y pruebes a nuestro Señor. Ten la seguridad de que en tu casa se abrirán las ventanas de los cielos.
En el mes de julio del año 2005 se presentó una serie de temas bíblicos sobre mayordomía en la iglesia a la que asistíamos mi esposo y yo. El pastor nos habló de la importancia de la fidelidad no solamente en los diezmos sino en las ofrendas hacia nuestro Dios. Aunque siempre habíamos sido fieles en los diezmos no había en nosotros un compromiso igual con las ofrendas.
En su último sermón el pastor lanzó un reto: devolver al Señor una cantidad igual a la del diezmo como ofrenda. Mi esposo y yo aceptamos. ¿Cómo no confía en Dios después de que habíamos recibido tantas bendiciones? Este pacto con él tenía un solo lado ganador: nosotros. Finalmente Dios no necesita nuestro dinero y nosotros sí necesitamos de él.
Empezamos el mismo mes de julio. Sin embargo, al siguiente mes a mi esposo lo liquidaron después de diez años de trabajar. De un día para otro lo único seguro que teníamos era la liquidación de mi esposo; aunque no teníamos deudas si había muchos gastos.
Yo me preguntaba si debíamos cumplir con el pacto que habíamos hecho. Un día, mientras estudiaba con mi esposo la lección de Escuela Sabática, le pregunté qué decisión tomar. Él también lo había pensado y llegamos al a misma conclusión: habíamos hecho un pacto con Dios y debíamos cumplir.
Terminamos de estudiar y de orar, ya más tranquilos por la decisión que habíamos tomado. Pasaron cinco minutos cuando sonó el teléfono. Era una empleada de la empresa para avisarle que se había tomado la decisión de pagarle a mi esposo los tres meses de renta que le quedaban al contrato. Esta cantidad de dinero equivalía a más de la mitad de la ofrenda que habíamos decidió dar. ¡Dios nos había regresado la ofrenda aun antes de habérsela dado! Pero eso no es todo.
En los once meses que mi esposo no tuvo trabajo recibió dinero de parte de la empresa que lo liquidó. Nunca nos falto nada. Incluso nuestros ahorramos que teníamos para comprar una casa no se vieron afectados. Dios confirmó nuestro pacto y derramó bendiciones. Amiga, te invito a que inviertas y pruebes a nuestro Señor. Ten la seguridad de que en tu casa se abrirán las ventanas de los cielos.
Silvia Castillo de Hinojosa
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
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