Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado». Mateo 4:17.
La primera exigencia del ministerio publico de Jesús fue «Arrepentios». Esta exhortación fue hecha indiscriminadamente a todas las personas que lo escuchaban. Fue un llamado radical al cambio interior, en las percepciones, las disposiciones y los propósitos de la mente. A una nueva manera de mirar y relacionarse con Dios.
Arrepentirse es algo que sucede dentro de la persona. Con el tiempo, ese cambio produce los frutos de una nueva conducta. Las buenas acciones no son el arrepentimiento, sino el fruto del mismo. El arrepentimiento es el cambio interior que produce las nuevas acciones. Jesús exige que sus seguidores, antes de obedecer, experimenten ese cambio dentro de sus corazones, porque se puede mostrar una buena conducta sin arrepentimiento, pero no puede haber arrepentimiento sin buena conducta.
La experiencia del arrepentimiento es necesaria, porque produce un cambio en la mente y en las percepciones para ver a Dios de manera diferente, con una mentalidad renovada. Arrepentirse significa experimentar un cambio en la manera de pensar, para contemplar al Señor como el Dios fiel y verdadero, Alguien que no miente, que cumple todo lo que promete. Significa una mente nueva, capaz de ver a Dios en toda su santidad y hermosura, como Aquel que es digno de toda alabanza y obediencia.
Cuando una persona experimenta el arrepentimiento su actitud en cuanto al Salvador cambia: Jesús se convierte en el punto central y en el valor supremo de su vida. Eso es lo que experimentó Simón de Cirene al encontrarse con Jesús aquel viernes al mediodía. Fue renovado interiormente, e inmediatamente cambió de dirección. En lo sucesivo, había de ir siempre en la misma dirección de Jesús. Mientras que la multitud consideraba que Jesús era un impostor, él lo consideró su Salvador; cuando otros lo consideraban un engañador, él lo consideró el Hijo de Dios. El arrepentimiento convierte a Jesús en el punto central y el valor supremo de la vida.
Antes de que ocurra el arrepentimiento, hay cientos de cosas que parecen más importantes y más atractivas: la salud, la familia, el trabajo, los amigos, los deportes, la música, la comida, el sexo, las aficiones, la jubilación, las novelas; pero cuando Dios produce el arrepentimiento, Jesús se convierte en la Perla de gran precio.
Dobla hoy las rodillas y pide al Señor la hermosa experiencia del arrepentimiento. Entonces el nuevo nacimiento hará que Jesús sea para tu vida lo único, lo mejor, tu todo, tu encanto, tu placer, tu héroe.
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.
La primera exigencia del ministerio publico de Jesús fue «Arrepentios». Esta exhortación fue hecha indiscriminadamente a todas las personas que lo escuchaban. Fue un llamado radical al cambio interior, en las percepciones, las disposiciones y los propósitos de la mente. A una nueva manera de mirar y relacionarse con Dios.
Arrepentirse es algo que sucede dentro de la persona. Con el tiempo, ese cambio produce los frutos de una nueva conducta. Las buenas acciones no son el arrepentimiento, sino el fruto del mismo. El arrepentimiento es el cambio interior que produce las nuevas acciones. Jesús exige que sus seguidores, antes de obedecer, experimenten ese cambio dentro de sus corazones, porque se puede mostrar una buena conducta sin arrepentimiento, pero no puede haber arrepentimiento sin buena conducta.
La experiencia del arrepentimiento es necesaria, porque produce un cambio en la mente y en las percepciones para ver a Dios de manera diferente, con una mentalidad renovada. Arrepentirse significa experimentar un cambio en la manera de pensar, para contemplar al Señor como el Dios fiel y verdadero, Alguien que no miente, que cumple todo lo que promete. Significa una mente nueva, capaz de ver a Dios en toda su santidad y hermosura, como Aquel que es digno de toda alabanza y obediencia.
Cuando una persona experimenta el arrepentimiento su actitud en cuanto al Salvador cambia: Jesús se convierte en el punto central y en el valor supremo de su vida. Eso es lo que experimentó Simón de Cirene al encontrarse con Jesús aquel viernes al mediodía. Fue renovado interiormente, e inmediatamente cambió de dirección. En lo sucesivo, había de ir siempre en la misma dirección de Jesús. Mientras que la multitud consideraba que Jesús era un impostor, él lo consideró su Salvador; cuando otros lo consideraban un engañador, él lo consideró el Hijo de Dios. El arrepentimiento convierte a Jesús en el punto central y el valor supremo de la vida.
Antes de que ocurra el arrepentimiento, hay cientos de cosas que parecen más importantes y más atractivas: la salud, la familia, el trabajo, los amigos, los deportes, la música, la comida, el sexo, las aficiones, la jubilación, las novelas; pero cuando Dios produce el arrepentimiento, Jesús se convierte en la Perla de gran precio.
Dobla hoy las rodillas y pide al Señor la hermosa experiencia del arrepentimiento. Entonces el nuevo nacimiento hará que Jesús sea para tu vida lo único, lo mejor, tu todo, tu encanto, tu placer, tu héroe.
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.
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