Desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús (2 Timoteo 3: 15).
Desde niña me llevaron a la iglesia cada sábado junto con mis hermanos, mi abuelita y mis tías, hermanas de mi madre. Ahí disfrutamos de las actividades eclesiásticas: clubes, campamentos, federaciones, retiros espirituales. Aunque mis padres no pertenecen a la iglesia, siempre estuvieron convencidos de que era lo mejor para nosotros. En la adolescencia me alejé de Dios, no dejé de ir a la iglesia pero era como la moneda perdida: extraviada en mi propia casa.
Antes de terminar mi educación media superior ya había decidido la carrera que estudiaría pero no sabía dónde. Tenía dos opciones: estudiar en una universidad del gobierno o ir a la Universidad de Montemorelos, pero esta última opción era casi un sueño porque mis padres no tenían solvencia económica para cubrir los gastos. Oré hasta que un día mis padres me dijeron que harían lo posible para enviarme a estudiar a la universidad adventista, y desde ahí pude ver la mano de Dios actuar en mi favor.
Durante cuatro años tuve que trabajar, en vacaciones de colportora y durante el curso regular en la universidad. Mi vida cambió completamente, allí fue donde me encontré con Cristo Jesús. El ambiente cristiano de la universidad me ayudó a renovar mi vida espiritual; dedicaba tiempo a estudiar la Biblia y a orar cada día. Pronto mi relación con Dios empezó a robustecerse. Para mí fueron momentos determinantes que marcaron el rumbo de toda mi vida.
Los planes de Dios para nosotros son mejores que los nuestros. Además, ahí conocí a quien ahora es mi esposo: compartimos las mismas creencias, disfrutamos de un hogar cristiano y servimos a Dios. Animo a los padres para que hagan el esfuerzo de enviar a sus hijos a las escuelas cristianas. Al final se verán los resultados. Sus hijos tendrán oportunidades únicas para ser más consagrados y dedicados al servicio de Dios.
Señor, bendice a las abuelitas que llevan a sus nietos a la iglesia cada sábado, porque hacen un gran trabajo con ellos al sembrar esa semillita que en un futuro germinará y dará su fruto. Y por medio de sus nietos, el Espíritu Santo tocará el corazón de sus hijos.
Desde niña me llevaron a la iglesia cada sábado junto con mis hermanos, mi abuelita y mis tías, hermanas de mi madre. Ahí disfrutamos de las actividades eclesiásticas: clubes, campamentos, federaciones, retiros espirituales. Aunque mis padres no pertenecen a la iglesia, siempre estuvieron convencidos de que era lo mejor para nosotros. En la adolescencia me alejé de Dios, no dejé de ir a la iglesia pero era como la moneda perdida: extraviada en mi propia casa.
Antes de terminar mi educación media superior ya había decidido la carrera que estudiaría pero no sabía dónde. Tenía dos opciones: estudiar en una universidad del gobierno o ir a la Universidad de Montemorelos, pero esta última opción era casi un sueño porque mis padres no tenían solvencia económica para cubrir los gastos. Oré hasta que un día mis padres me dijeron que harían lo posible para enviarme a estudiar a la universidad adventista, y desde ahí pude ver la mano de Dios actuar en mi favor.
Durante cuatro años tuve que trabajar, en vacaciones de colportora y durante el curso regular en la universidad. Mi vida cambió completamente, allí fue donde me encontré con Cristo Jesús. El ambiente cristiano de la universidad me ayudó a renovar mi vida espiritual; dedicaba tiempo a estudiar la Biblia y a orar cada día. Pronto mi relación con Dios empezó a robustecerse. Para mí fueron momentos determinantes que marcaron el rumbo de toda mi vida.
Los planes de Dios para nosotros son mejores que los nuestros. Además, ahí conocí a quien ahora es mi esposo: compartimos las mismas creencias, disfrutamos de un hogar cristiano y servimos a Dios. Animo a los padres para que hagan el esfuerzo de enviar a sus hijos a las escuelas cristianas. Al final se verán los resultados. Sus hijos tendrán oportunidades únicas para ser más consagrados y dedicados al servicio de Dios.
Señor, bendice a las abuelitas que llevan a sus nietos a la iglesia cada sábado, porque hacen un gran trabajo con ellos al sembrar esa semillita que en un futuro germinará y dará su fruto. Y por medio de sus nietos, el Espíritu Santo tocará el corazón de sus hijos.
Rebeca Sánchez de Arríeta
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
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